Vocación de servicio

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Cuando alguien tiene el convencimiento y la pasión por ejercer una actividad profesional se dice que tiene vocación.

Por otra parte, la idea de servicio en un sentido general se refiere a la acción de servir, es decir, mantener una actitud de empatía hacia los demás. Consecuentemente, el concepto de vocación de servicio se refiere a la inclinación profesional orientada a satisfacer las necesidades ajenas.

El servicio es por lo tanto un don de carácter espiritual y solo se presta cuando percibimos el sentir del otro y tenemos la valentía de llenar ese vacío sin pensar en conveniencias, intereses mezquinos o contraprestación alguna.

Servicio no es dar lo que uno tiene, sino dar a otra persona aquello que le hace falta. De esa manera, en forma recíproca, es posible que la persona que brinda el servicio también obtenga aquello que necesita.

Se trata de un concepto aplicable a cualquier actividad u oficio. Así, un médico, un recepcionista, un peluquero o un funcionario público pueden considerar que su quehacer profesional está guiado por la vocación de servicio. Esto implica que su motivación se basa en la satisfacción de sus beneficiarios y clientes, en atenderlos amablemente y de manera honesta y, en definitiva, en el ejercicio de su profesión con criterios profesionales y, al mismo tiempo, éticos.

La ayuda solidaria

El concepto de vocación de servicio no siempre está relacionado con el trabajo remunerado, sino con aquellas actividades que se realizan de manera altruista y con espíritu solidario. Los voluntarios que colaboran con ONGs lo hacen sin recibir a cambio una recompensa económica y su principal motivación es la propia satisfacción personal y sentirse útil para los demás. En otras palabras, su tiempo y sus energías se orientan a una causa noble que está directamente relacionada con el concepto de vocación de servicio.

La vocación de servicio como planteamiento ético

Un profesional tiene que cumplir sus obligaciones laborales con la mayor eficacia posible y a cambio recibe un salario. A partir de esta premisa general pueden darse, dos planteamientos posibles:

1.     el profesional intenta cumplir con su responsabilidad porque así lo establece el contrato y porque, de lo contrario, tendría consecuencias negativas (por ejemplo, sería despedido) y

2.     el profesional intenta cumplir porque considera que es su obligación moral. En este último caso, su motivación va más allá del salario que recibe o de unas cláusulas contractuales.

El planteamiento ético en la vocación de servicio consiste en actuar no porque alguien lo imponga desde afuera (por ejemplo, un jefe que da una orden) sino porque uno mismo tiene el convencimiento moral que le obliga a actuar de una determinada forma.

La llamada de Dios

En el mundo religioso algunas personas afirman que su vocación religiosa surgió de la llamada de Dios. De esta manera, quien recibe el mensaje o la señal de Dios siente que su vida debe orientarse en una dirección: el amor por los demás, inspirado en el amor a Dios. Esta motivación religiosa se fundamenta igualmente en una vocación de servicio.

Algunas recomendaciones para brindar un buen servicio a la comunidad:

1.     Da trato humano a todas las personas que nos que te relacionas.

2.     Procura que el servicio que brindas sea otorgado y recibido con satisfacción.

3.     Desarrolla una actitud solidaria y con espíritu de colaboración ante las necesidades de los compañeros de trabajo.

4.     Presta atención a las necesidades y aspiraciones de los beneficiarios.

5.     Dedicación y compromiso en el desarrollo de todas las tareas asignadas.

6.     Desarrolla habilidades y aptitudes como la comprensión, paciencia, amabilidad y empatía.

7.     Ofrece siempre información oportuna, completa y clara.

8.     Disponibilidad a trabajar en equipo y suplir las necesidades que se puedan presentar durante la prestación de tu servicio.

9.     Brinda un servicio de calidad, que se constituya en una forma de vida

10. Conoce la institución en la que trabajas.

El servicio público como vocación

La política, en su definición más básica, vincula la actividad de un grupo de personas con la autoridad pública, lo cual se refiere a la interacción, planeada y estratégica, que desarrollan mujeres y hombres en la esfera pública.

Desde los griegos, se ha postulado que el objetivo de la asociación pública entre los individuos es lo que Aristóteles denominó "bien común", esto es, que la política debe atender el bienestar (y felicidad) de las personas, pero en términos de un beneficio superior: el interés de la comunidad, mismo que sobrepasa las ganancias individuales.

Sin embargo, la política no desarrolla por sí misma el valor del servicio público, sino que este último es el que le da a la política su congruencia y contenido, particularmente cuando es entendido como actividad noble y social. El servicio público es el que estimula y empuja a la acción política, porque es ahí donde se localiza su fuerza y potencial. ¿Qué significa esto? Que la labor pública debe ser una vocación y, al ser así, encuentra su fuerza en la pasión y convicción.

La vocación de servicio es o debe ser por lo tanto un valor de las personas que se dedican a lo público. Los funcionarios con esta vocación realizan un trabajo para la sociedad, cuyo beneficio es la satisfacción de ver resueltas las necesidades individuales y comunitarias. El servidor público, al ser el representante del gobierno, puede fortalecer la confianza de los ciudadanos en las instituciones, y eso lo debe alentar a una preparación constante y actualización permanente, herramientas para su desempeño que en principio las proveen las propias instituciones. También cabe reconocer el alto nivel de responsabilidad que éste tiene, pues sus acciones repercuten a un amplio número de personas.

Entendemos al gobierno como una extensión de la ciudadanía, por eso, el trabajo del servidor público se traduce en ciudadanos sirviendo a otros ciudadanos. Una respuesta efectiva por parte de un servidor público puede hacer la diferencia en la vida de las personas.

La vocación de servicio en el sector privado

Servicio es ir en procura del bienestar incondicional del otro. De modo que el servicio auténtico solo es posible desde la solidaridad: si no hay solidaridad no puede haber compromiso. Por eso en las organizaciones muchas veces el concepto de servicio es tan pobre, porque es meramente utilitarista, y solo se queda en el mero concepto liviano de la satisfacción.

El servicio no es satisfacción; la satisfacción es un mero requisito de una relación. Muchas organizaciones dicen contar con una cultura de servicio y la expresan solamente en sus relaciones con los clientes. En una empresa de nueva generación el servicio empieza por consolidar su cultura de servicio internamente. Pero eso es muy escaso. A las empresas aún no les importa mucho el bienestar humano, ni la felicidad en el lugar de trabajo. Sin felicidad en cada puesto de trabajo no puede brindarse un servicio de calidad.

El servicio solo es posible con corazones felices y almas que vibran con lo que hacen, porque el servicio auténtico, para que se convierta en una ventaja competitiva, tiene que ser una expresión del alma. Algunos han calificado este tipo de pensamiento de romántico, pero hoy en día ya se puede demostrar el fracaso de esas lamentables culturas de servicio que son puro maquillaje, mera cosmética.

El servicio es la máxima estrategia en un mundo globalizado e hipercompetitivo. Las empresas se han preocupado mucho por la buena atención, pero una empresa puede prestar buena atención y brindar un mal servicio. Esto lo desconocen muchas empresas porque sus directivos ni siquiera lo entienden.

Un servidor es una persona feliz, con un alto nivel de conciencia, que se relaciona de manera sincera y solidaria con sus compañeros y sabe dar respuestas transparentes en cualquier condición. Porque, servicio es ser claro con el otro aunque no le guste aquello que tengamos para comunicar.

La razón de ser del liderazgo es el servicio. No se concibe un líder que no sea un servidor, por eso los líderes son tan escasos. Liderazgo y servicio son sinónimos. El papel de un líder, en todos los niveles, es ayudar a su gente para que se desarrolle más allá de lo que jamás imaginaron. Una pregunta fundamental que se debe hacer un líder es: ¿ha contribuido mi servicio para que mi gente sea más auténtica? o ¿he contribuido a que desarrollen su nivel de sabiduría y propiciado la libertad de sus mentes y sus espíritus?

Para que dentro de la organización se desarrolle una verdadera cultura de servicio, debe existir un compromiso auténtico por parte del equipo directivo. Sin embargo, en muchas oportunidades los directivos de primer nivel no se comprometen demasiado con una devoción genuina hacia el servicio como cultura. A todos los directivos les importa mucho que dentro de su empresa se brinde un buen servicio, pero como no saben cuáles son las características que determinan el servicio como atributo clave del pacto cultural, se quedan solo en el buen trato y la buena atención a nivel interno y externo de la organización.

Por otra parte, se deben revaluar los modelos gerenciales basados en el mando y el control. Muchos directivos presionan de sobremanera para obtener resultados, pero el cáncer del buen servicio es la presión, porque crea infelicidad en el puesto de trabajo. De hecho, donde hay infelicidad no puede haber buen servicio. Los modelos gerenciales que priman en muchas empresas son obsoletos, son propios de la era industrial que ya murió hace cerca de dos décadas; pero, desafortunadamente, muchos directivos siguen gerenciando con un concepto de dinosaurios. La cultura del servicio construye vínculos de felicidad con los stakeholders. La oportunidad para la empresa que quiera despertar y abrazar esta cultura es gigante.