Principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas

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El principio de “Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas” y el principio del “Contaminador Pagador” definen que las responsabilidades pueden ser comunes pero que son sin duda diferentes, y hacen hincapié en el mandato de la protección ambiental que les cabe a los países que más contaminan y los que más han contaminado. Esta perspectiva exige cambiar los esquemas de valor vigentes para la definición de los activos y pasivos, redefiniendo el eje en la Naturaleza. Aquellos países que aportan más de lo que consumen, serían “acreedores ambientales”, y los que consumen más de lo que aportan, serían “deudores ambientales”. Bajo este escenario los países más contaminantes dejarían de comportarse económicamente como free riders, dado que pagarían de acuerdo a su nivel de contaminación. Esta contaminación y consumo en exceso por parte de los países que más contaminan presenta una asimetría en las emisiones, que requiere, tal como indican los Principios mencionados, de estrategias de mitigación que reconozcan el verdadero costo social del carbono, que sean efectivas en la reducción de las emisiones, y que prevengan que los ecosistemas se deterioren tanto, que se transformen en fuentes de carbono en vez de ser sumideros.

El calentamiento global representa una amenaza significativa para los grupos vulnerables que tienen menos capacidad de resiliencia. Las personas con menores ingresos, a pesar de ser los que menos contaminan, son las que tienen mayores riesgos de sufrir un mayor impacto ante eventos climáticos adversos. El mundo se ha calentado alrededor de 1.2°C desde la época preindustrial y según el último estudio de la Organización Mundial Meteorológica, existe un 50 por ciento de probabilidad que dentro de los próximos 5 años, alcancemos en promedio, un aumento de temperatura de 1.5°C, superando ya la barrera acordada en el Acuerdo de París. Esto es grave porque tal como indica el estudio de IPBES, un aumento de la temperatura en esta escala provocaría, por ejemplo, que los arrecifes de coral se reduzcan entre un 90 y un 70 por ciento, o que más de 350 millones de personas no tengan acceso a agua, o que otras 1.000 millones de personas sufran de calores extremos como los que ya se están viviendo.

Para alcanzar el cumplimiento de la agenda climática, se necesita un importante impulso global de inversión, en particular para abordar los déficits de infraestructura sustentable, apoyar las transiciones energéticas y desarrollar la resiliencia socioambiental. El escenario actual representa un desafío enorme, pero también una oportunidad para reestructurar las economías al ritmo y con la escala que requiere la crisis ambiental. En este contexto se hace necesario reducir la dependencia de los combustibles fósiles y de la explotación sin control del capital natural. Existe una interdependencia sistémica innegable, entre el hombre y la naturaleza, dado que la mitad del PBI global, aproximadamente 44 billones de dólares, depende directamente del capital natural y de sus servicios ecosistémicos. Conservar la biodiversidad y abordar la deuda climática, costaría alrededor de dos billones de dólares anuales, equivalente al dos por ciento del PIB Global, cifra mucho menor a lo gastado para atender la crisis del COVID-19, que solamente durante el año 2020, fue del 15 por ciento del PIB Global -unos 12 billones de dólares.

El mercado de carbono ofrece una plataforma para trabajar tanto sobre la resiliencia climática, como sobre las asimetrías sociales entre países y personas. Esta discusión plantea la necesidad de respetar los propios marcos acordados internacionalmente que precisan los dos principios clave citados anteriormente.