Empatía

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La “empatía” es lo que nos permite entrar en el estado emocional de otra persona que sufre, y nos permite sentir su dolor como si fuera nuestro.

En 1872, Roberto Vischer acuñó la palabra Einfüblung, empleada en la estética alemana, de la cual se deriva el término empatía. Luego, el filósofo e historiador alemán Wilhelm Dilthey tomó de la estética este término y lo utilizó para describir el proceso mental por el que una persona entra en el ser de otra y termina sabiendo cómo siente y piensa ésta. Dicho de otro modo, “empatía” es lo que nos permite entrar en el estado emocional de otra persona que sufre, y nos permite sentir su dolor como si fuera nuestro.

Esta capacidad de reconocernos en el otro y de reconocer al otro en nosotros es profundamente democratizadora. “La empatía es el alma de la democracia. Es el reconocimiento de que cada vida es única y digna de la misma consideración en la esfera pública. La evolución de la empatía y de la democracia ha ido de la mano a lo largo de la historia. Cuanto más empática es una cultura, más democráticos son sus valores y sus instituciones de gobierno. Aunque la estrecha relación entre la extensión de la empatía y la expansión de la democracia está muy clara, es extraño que se le haya prestado tan poca atención en el estudio de la historia y la evolución del gobierno .

En su libro La Civilización Empática, Jeremy Rifkin, Profesor del Programa de Formación Ejecutiva de Wharton School en la Universidad de Pensilvania, señala que recientes descubrimientos en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil, obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es interesado, utilitarista, materialista y agresivo por naturaleza. Sostiene que la evidencia creciente de que somos una sociedad empática tiene consecuencias trascendentales para la sociedad. “Nuestros cronistas oficiales—los historiadores—han desestimado de plano la empatía como fuerza motriz en el desarrollo de la historia humana. En general, los historiadores escriben sobre guerras y otros conflictos sociales, sobre grandes héroes y grandes malvados, sobre el progreso tecnológico y el ejercicio del poder, sobre injusticias económicas y sociales. Cuando mencionan la filosofía, suelen hacerlo en relación con el poder. Muy rara vez los oímos hablar de la otra cara de la experiencia humana, la que se refiere a nuestra naturaleza profundamente social, a la evolución y la extensión del afecto humano y a su impacto en la cultura y en la sociedad.”

Rifkin destaca que en la segunda mitad del siglo XX se universalizó la empatía. “Después del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad se dijo: «Nunca más». Hemos extendido la empatía a muchos de nuestros semejantes antes tenidos por infrahumanos —incluyendo mujeres, homosexuales, discapacitados, personas de color, y minorías étnicas y religiosas— y hemos codificado esta sensibilidad en derechos y políticas sociales, en leyes sobre los derechos humanos y, hoy en día, incluso en leyes de protección de animales. Nos aproximamos al objetivo de incluir a «los otros», a «los extraños», al «no reconocido». Y aunque la luz de esta nueva conciencia de la biósfera apenas empieza a despuntar —los prejuicios y las xenofobias tradicionales aun siguen siendo la norma— el simple hecho de que nuestra extensión empática llegue a ámbitos hasta ahora inexplorados constituye un triunfo de la evolución humana” .