Ética de la razón cordial

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Ética de la razón cordial. Educar en la ciudadanía

Libro de Adela Cortina

Educar a la ciudadanía en el siglo XXI es la misión de Adela Cortina, quien para ello en su libro propone la aplicación de la ética cordis o ética mínima, un êthos que podría caracterizarse en cuatro rasgos: apertura, reconocimiento, compromiso y esperanza.

Apertura, porque los propios intereses pueden no ser universalizables y las propias convicciones son falibles, de modo que tienen que estar abiertos unos y otras a la crítica racional. Reconocimiento de los derechos de los demás miembros de la comunidad a exponer sus intereses, aportar sus argumentaciones y a escuchar las propuestas y argumentos de los demás. Compromiso con la justicia, que sólo puede hallarse a través del diálogo, la discusión abierta aunque falible, de quienes se interesan por ella.

Y esperanza de que será posible llegar a un consenso sobre intereses universalizables, que es canon para la crítica de los consensos fácticos y además su garantía (Cortina, 1985, 75-77; 2007, 210-213).

Las conversaciones genuinas se desarrollan desde una ética de la razón cordial, ethica cordis, porque viene del corazón. Cortina está empeñada en la tarea de mostrar cómo el vínculo comunicativo no sólo cuenta con una dimensión argumentativa; no sólo revela una capacidad de argumentar sobre lo que consideramos verdadero y justo, sino que cuenta también con una dimensión cordial y compasiva, sin la que no es posible la comunicación. Ética mínima, porque son los acuerdos básicos que se respetan para funcionar en una sociedad de la diversidad, la complejidad y la incertidumbre. Es el mínimo común denominador ético.

Dice Cortina: “Necesitamos, quien lo duda, alimento, vestido, casa y cultura, libertad de expresión y conciencia, para llevar adelante una vida digna. Pero necesitamos también, y en ocasiones todavía más, consuelo y esperanza, sentido y cariño, esos bienes de gratuidad que nunca pueden exigirse como un derecho; que los comparten quienes los regalan, no por deber, sino por abundancia del corazón. (…) Educar para el siglo XXI sería formar ciudadanos bien informados, con buenos conocimientos, y asimismo prudentes en lo referente a la cantidad y la calidad. Pero es también, en una gran medida, en una enorme medida, educar personas con corazón, con un profundo sentido de la justicia y un profundo sentido de la gratuidad”.

Cortina hace un recorrido por las distintas formas éticas que ha ido adoptando la humanidad para organizarse y concluir que la “ética cordis” (la que emana del corazón) es la clave para construir un mundo mejor y fundamento de las relaciones justas entre los seres humanos.

Afirma que existe una fuerte necesidad de formar ciudadanos políticamente activos, que participen en la construcción de una sociedad más justa e incluyente. Personas capaces de construir sociedad a partir de unos mínimos valores de convivencia y con las habilidades comunicativas que les permitan dialogar y disentir en la diversidad propia de las sociedades actuales. Al respecto, sostiene: “Algunos de nosotros creímos poder defender que los españoles (también argentinos, latinoamericanos, etc) compartíamos un conjunto de valores y principios, a los que bien podía darse el nombre de ’ética cívica‘ o ‘ética de los ciudadanos’, de una sociedad moralmente pluralista. Este politeísmo de valores y principios se sustanciaban en unos ‘mínimos éticos’, teniendo en cuenta que son mínimos porque no se puede descender por debajo de ellos sin incurrir en inhumanidad”.

Nuestra ética de la razón cordial ha encontrado la fuente de la obligación moral en el reconocimiento recíproco de seres que se saben y sienten interlocutores válidos por compartir el bagaje de una razón cordial.

Las emociones nos llevan a centrar la atención en algunos aspectos de la realidad y descuidar otros, ganancia bien fecunda para nuestra vida activa, porque podemos poner un límite a la cantidad de información con que hemos de contar en nuestras deliberaciones y permitirnos no despilfarrar tiempo y oportunidades analizando una infinidad de informaciones que, gracias a los medios con que hoy contamos, cada vez es mayor. “La parálisis por el análisis”, sería la consecuencia del encarnizamiento informativo.

¿Hasta dónde podemos llegar cuando la presión social arropa a los desalmados, a los que desprecian el dolor y el sufrimiento de otros?, ¿por qué esa distancia entre nuestras grandes declaraciones sobre los derechos humanos y las realizaciones de la vida cotidiana? “No tienen corazón”, dice la gente. Y aciertan. No tienen corazón, y por eso es imposible salvar el abismo entre los grandes dichos y los hechos.

Adela Cortina propone unas nuevas bases para una verdadera ética de la ciudadanía, fundamentada no sólo en argumentos, sino en una razón cordial, capaz de aunar inteligencia, sentimientos y coraje, de modo que los valores morales arraiguen en los conciudadanos. Pero todo ello es imposible si no contamos con sujetos capaces de estimar valores positivos y de rechazar valores negativos; sujetos dotados de una capacidad a la que podemos denominar “estimativa” o “capacidad de estimar”.

A partir del principio de que “conocemos la verdad no sólo por la razón, sino también por el corazón”, por decirlo con Pascal, es preciso recordar que corazón, en su origen etimológico, significa al mismo tiempo afecto, inteligencia, talento y estómago. Educar en una ciudadanía cordial, en la capacidad de estimar los valores, de compadecer y de argumentar, es el propósito del libro de Cortina.

Adela Cortina hace tomar conciencia de la magnitud de nuestra labor como actores sociales para erradicar las injusticias del mundo. Muestra los desafíos que tenemos por delante. Y nos brinda dispositivos para lograrlo.

Citas del texto “Ética de la razón cordial. Educar en la ciudadanía en el siglo XXI”

“Claro que los entusiastas del conflicto por el conflicto -no los agraviados, sino los resentidos, los que guardan en el alma un extraño resentimiento fosilizado- se alegran de no encontrar valores compartidos. Cuanto peor, mejor, sigue siendo la consigna. Hay que agudizar las contradicciones, sigue siendo el mensaje. Pero los adictos al conflicto por el conflicto nunca tendrán capacidad crítica, nunca serán críticos, porque criticar es discernir entre lo que une y lo que separa, entre lo justo y lo injusto. Las enmiendas a la totalidad son tan dogmáticas, tan faltas de crítica, como las adhesiones incondicionales”. (p 10)

“El fundamentalista acepta determinados principios por algún tipo de fe y se niega a ponerlos en cuestión, se niega a someterlos a la menor revisión racional. Puede tratarse de un fundamentalista económico, basado por ejemplo en el principio “indiscutible” de que la economía busca el crecimiento, y, además, a través de una receta como la del Consenso de Washington. O de un fundamentalismo político, que opta por un partido determinado y no ve en él sino virtudes, y en los demás, vicios. O de un fundamentalismo de los hechos, incapaz de pensar sino en lo que todo el mundo ya acepta, ya da por bueno, porque da pánico la idea de ser rechazado por la masa de los “bienpensantes”. También existe el fundamentalismo religioso, claro está, pero lo he nombrado en último término precisamente porque suele creerse que es el único existente, como si la vida pública no estuviera impregnada, y en mucha mayor medida, por todos los demás”. (p. 14)

“¿Usted se dejaría corromper? Si es una encuesta, rotundamente no; si es una proposición, hablemos”. (p 35)

“Como ha sugerido algún autor estadounidense con enorme perspicacia, las naciones -incluida la suya- deberían celebrar el “Día de la Interdependencia” más que el Día de la Independencia, porque mal hace el país que quiera construir su vida en solitario en los tiempos que corren”. (p 37)

“Quien carece de compasión, no puede captar el sufrimiento de otros; quien no tiene capacidad de indignación carece del órgano necesario para percibir las injusticias”. (p 87)

“El crítico social auténtico, no el que critica los acontecimientos para ser aceptado por los poderosos del momento presente, sino el que critica los acontecimientos que están teniendo lugar y a las gentes que realmente ostentan el poder, será desacreditado y perderá su reputación por coartadas -que no razones- diversas”. (p 96)

“Es comprensible que las gentes, por simpatía, aprecien al rico y al poderoso, porque la contemplación de su bienestar produce satisfacción”. (p 95)

“A los extraños seres de la isla les faltaban los sentimientos de orgullo, humillación y simpatía, por eso eran incapaces de sentir y saber que ciertas obligaciones lo son: carecían de la sensibilidad imprescindible para comprender lo que Kant llamaría “la grandeza de la ley de la humanidad”. No bastan los sentimientos, eso es cierto, pero sin ellos los ideales de la humanidad no encuentran el suelo propicio para arraigar”. (p 98)

“Acostumbrar a las gentes a obrar por su reputación es poner las bases del totalitarismo”. (p 107)

“No hay enseñanza neutral, sino siempre cargada de valores, por eso más vale explicitarlos y tratar serenamente sobre ellos para no caer en la indoctrinación”. (p 142)

“Ceder sólo a las presiones de aquellos grupos que tienen la capacidad de presionar, sea por lograr votos, dinero o tranquilidad, es radicalmente injusto. De ahí que para poder identificar los casos de miseria y de injusticia que aún no estén articulados políticamente, necesitemos encontrar criterios, conceptos normativos básicos, que sean independientes de los movimientos sociales. No son los movimientos sociales los que han de guiar la teoría crítica, sino que el núcleo normativo de una teoría semejante es la violación de expectativas normativas de la sociedad, consideradas justificadas por los afectados, como bien señala Honneth”. (p 173)

“Sólo una comunidad de hablantes -diría Royce- es capaz de otorgar valor nominal a las ideas para que tengan valor efectivo; sólo una comunidad de científicos -aclararía por su parte Peirce- puede ir desentrañando en el largo plazo de la investigación la verdad de las cosas”. (p 174)

“Es razonable trabajar por la paz, aunque no tengamos seguridad de que vaya a instaurarse”. (p 180)

“¿Hasta dónde podemos llegar cuando la presión social imperante no abona el más elemental respeto, sino que premia a los torturadores, a los asesinos, a los desalmados, a los que desprecian el dolor y el sufrimiento de otros?, ¿hasta dónde podemos llegar cuando la presión social recompensa a los que no tienen corazón?”. (p 189) “No conformarse con la prudencia y la estrategia, sino apostar por la justicia”. (p 210)

“No hacer su vida por ellas, sino darles el poder suficiente como para que puedan hacerlas por sí mismas. Ese es el sentido de la política, la economía y las ciencias: empoderar a las personas para que sean sujetos agentes de sus vidas”. (p 226)

“El ingreso básico de ciudadanía es un ingreso básico, que cada ciudadano adulto percibiría anualmente, de forma incondicional, sin tener en cuenta sus ingresos ni su riqueza (…), que permite a los ciudadanos libertad real para organizar sus vidas, dedicándose a los trabajos que realmente desean ejercer”. (p 233) “De ahí que propongamos el modelo de justicia del “interlocutor válido” que consiste en empoderar a las personas para que puedan ser interlocutoras válidas”. (p 236)

“Nuestra ética de la razón cordial ha encontrado la fuente de la obligación moral en el reconocimiento recíproco de seres que se saben y sienten interlocutores válidos por compartir el bagaje de una razón cordial”. (p 240)

“El “analfabetismo emocional” es una fuente de conductas agresivas, antisociales y antipersonales, que desgraciadamente se multiplican en los distintos países, desde la escuela y la familia al fútbol, la delincuencia común, la destrucción graciosa o el terrorismo”. (p 250)

“Mejor le iría a nuestro mundo presuntamente “global” si los movimientos antiglobalización, en vez de limitarse a la manifestación y la repulsa de lo que hay, presentaran alternativas moralmente deseables y técnicamente viables. Que en lugar de repudiar la globalización, a todas luces imparable, propusieran alternativas realizables, dijeran: “queremos que la globalización se oriente de esta manera”.

Otros aportes de Cortina

“Si es verdad que estamos unidos por un vínculo comunicativo. Si es verdad que no podemos descubrir lo justo más que a través de un diálogo en el que buscamos desprevenidamente la justicia, si es verdad que lo más justo es lo que satisface intereses universalizables, también es verdad que sólo forjándonos un carácter dispuesto al reconocimiento de los intereses universalizables podremos descubrir qué es lo más justo”.

“Descubrir la justicia de las normas sólo es posible contando con personas dispuestas a cultivar este carácter. Construir al sujeto que afectivamente desea argumentar en serio, porque le importa averiguar qué es más justo para los seres humanos, es una de las grandes tareas de la educación moral”.

“Conviene desarrollar la dimensión cordial de una ética mínima que, aún haciendo pie en la ética del discurso, despliegue las potencialidades del vínculo comunicativo, y vaya más allá de ella, superándola, dándole carne y hueso. Su nombre será entonces ética de la razón cordial, ethica cordis, empeñada en la tarea de mostrar cómo el vínculo comunicativo no sólo cuenta con una dimensión argumentativa, no sólo revela una capacidad de argumentar sobre lo verdadero y sobre lo justo, sino que cuenta también con una dimensión cordial y compasiva, sin la que no es posible la comunicación. O mejor dicho, una ética empeñada en mostrar que para argumentar con éxito sobre lo justo y lo injusto, ha de hundir sus raíces en su vertiente cordial y compasiva. La razón íntegra es entonces razón cordial, porque conocemos la verdad y la justicia no sólo por la argumentación, sino también por el corazón. Debemos enfatizar que es necesario retomar la ética en su sentido más originario, como una forma continuada de hacer, de comportarse y de estar en el mundo”.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación Étnor. Es Doctora en filosofía; como becaria de la DAAD y de la Alexander von Humboldt-Stiftung profundizó sus estudios en las Universidades de Munich y Francfurt. Ha publicado, entre otros trabajos, Razón comunicativa y responsabilidad solidaria (1985), Crítica y utopía. La escuela de Frankfurt (1985), Ética mínima (1986), Ética sin moral (1990), La moral del camaleón (1991), Ética aplicada y democracia radical (1993) y La ética de la sociedad civil (1994).


Información complementaria:

¿Qué es la ética?

Videos de Adela Cortina:

Ética cívica y adopción de acuerdos.

Ética de mínimos

Pluralismo moral y democracia deliberativa.

¿Qué es y para qué sirve la ética?

Ética cívica transnacional. Ciclo: “La democracia hoy: el papel crítico de la sociedad civil”

No bastan las leyes, es preciso un compromiso ético.