Diferencia entre revisiones de «Principio de realidad»

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A la hora de tomar decisiones, serán por lo tanto la suma de nuestros valores o patrones de conducta, el conocimiento acumulado, más nuestras experiencias personales y sociales, los que nos permitirán discernir que es "bueno" y "malo". También, utilizar el sentido común para sopesar consecuencias y posibilidades, y aplicar el principio de realidad para, nuevamente, discernir lo qué es posible de aquello que pertenece al ámbito de las ideas o la imaginación, y actuar en consecuencia.
 
A la hora de tomar decisiones, serán por lo tanto la suma de nuestros valores o patrones de conducta, el conocimiento acumulado, más nuestras experiencias personales y sociales, los que nos permitirán discernir que es "bueno" y "malo". También, utilizar el sentido común para sopesar consecuencias y posibilidades, y aplicar el principio de realidad para, nuevamente, discernir lo qué es posible de aquello que pertenece al ámbito de las ideas o la imaginación, y actuar en consecuencia.
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'''Imaginación vs. realidad'''
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Las descripciones de la imaginación nos ayudan a entusiasmarnos con los proyectos, pero es necesario saber que ninguna de estas descripciones nos  acerca suficientemente a la verdad. Uno requiere de la imaginación, a la que coloquialmente también podemos llamar ilusión o deseo, pero es necesario saber que  nunca alcanzan. Por eso es tan importante que antes de comenzar a tomar decisiones y a hacer cosas, hagamos pasar el deseo por la saranda del cuidado para comprobar si se trataba de un deseo legítimo o no.
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Si lo atraviesa, quiere decir que ese deseo era legítimo y que llevarlo al plano de la realidad no nos perjudica a nosotros, ni tampoco perjudica a nadie. Si por el contrario, los deseos no pasan el filtro del cuidado y la realidad, tenemos que ser conscientes de que ya no estamos hablando de deseos, sino de tentaciones, y éstas siempre conllevan un precio a pagar. De ahí en más, cada uno debe saber cuál es el precio que está dispuesto a pagar para salirse con la suya. En este sentido, solo cabe recordar tres cosas: “que el agua moja, el fuego quema, y que todo tiene consecuencias”.
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Por lo tanto, es muy importante tener en cuenta las limitaciones de la imaginación, porque como toda imagen, se queda corta, y en general, si bien indispensable, sola resulta insuficiente para poder avanzar en la dirección deseada (de algo sirve, pero no es gran aliada).
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Cuando las personas se dejan guiar por las imágenes de la realidad que construyen en su mente, corren el peligro de que éstas terminen reemplazando a la realidad (en la que no solo cuentan las imágenes, sino también los conceptos).
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Es necesario poder discernir si lo que estamos aceptando o rechazando, en definitiva, deseando y abrazando, es producto de nuestra imaginación o de la realidad.
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Todos nosotros aprendemos componiendo y dividiendo, relacionando y diferenciando.
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En este ejercicio de aprender a diferenciar, debemos estar atentos para no matar a la imaginación de raíz, porque al hacerlo podríamos caer en el error de omitir una parte importante de la realidad.

Revisión actual del 01:46 5 sep 2020

El principio de realidad es uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma sistema con el principio del placer, al que modifica: en la medida en que consigue imponerse como regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos o directos, sino mediante rodeos; se aplaza el resultado en función de condiciones impuestas por el mundo exterior.

En este sentido, como bien señala el psiquiatra argentino Moty Benyakar, “es de suma importancia diferenciar entre lo fáctico y la realidad. Lo fáctico es lo que existe como tal, mientras que la realidad es aquella que tomamos o percibimos de ese fenómeno en cuestión. Al presentar lo fáctico, diferenciándolo claramente de la realidad, pretendemos enfatizar que una vez que lo fáctico se internalizó y se transformó en psíquico, es allí donde se constituye como realidad. Lo fáctico en lo psíquico sólo puede existir por medio de la representación y ésta, desde ya, es una elaboración subjetiva e idiosincrática. De este modo, dejamos en claro la diferencia entre un fenómeno objetivo y un constructo psíquico absolutamente subjetivo e idiosincrático, como es la realidad. La realidad entonces es la forma en que cada sujeto percibe a lo fáctico, y no lo fáctico en sí. Esto quiere decir que ante un grupo de personas el fenómeno fáctico que se les presenta es único, pero respecto a él podrá haber muchas y diversas realidades, ya que cada sujeto construirá su propia realidad respecto de ese único fenómeno fáctico”.

Entonces, el principio de realidad, como principio regulador del funcionamiento psíquico, aparece secundariamente como una modificación del principio de placer, que es el que domina en los comienzos. Su instauración implica, entre otras cosas:

• Desarrollo de las funciones conscientes (atención, juicio, memoria).

• Sustitución de la descarga motriz por una acción dirigida a conseguir una transformación apropiada de la realidad.

• Nacimiento del pensamiento.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que el pasaje del principio de placer al principio de realidad no suprime a aquél, que continúa dominando en todo un campo de actividades psíquicas, una especie de territorio reservado que funciona según las leyes del proceso primario: el inconsciente.

Las pulsiones sexuales siguen siendo el dominio preferente del principio de placer, mientras que las pulsiones de autoconservación representan, dentro del aparato psíquico, las exigencias de la realidad. En definitiva, el conflicto psíquico entre el yo y lo reprimido tendría su raíz en el dualismo pulsional.

También es importante tener en cuenta respecto del principio de realidad que lo más peligroso es perderlo. Veamos un ejemplo: posiblemente, desde una pared de un metro se pueda saltar sin correr demasiados riesgos de sufrir una fractura, y desde una de dos metros, aunque sea ya más peligroso, también. Pero si saltamos desde un primer piso seguramente terminaremos con una o las dos piernas quebradas, y desde un segundo piso, con la columna rota o, directamente, perdamos la vida. Sin embargo, pese a los riesgos que conlleva negar evidencias o no sopesar las consecuencias, pareciera ser que el hombre está permanentemente perdiendo el principio de realidad.

Esto, sin duda, está relacionado con el sentido común, que son los conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Este sentido suele ser mencionado como una capacidad natural de las personas que no requiere de estudio o investigaciones teóricas, sino que surge en la vida cotidiana a partir de las experiencias vividas y de las relaciones sociales, aunque en gran parte se nutre del legado que recibimos durante la crianza.

El sentido común es lo que supuestamente se pone en juego cuando nos encontramos con situaciones que suponen un dilema o cuando debemos tomar una decisión. En esos casos, lo esperable es que apelemos a nuestras experiencias, sabiduría y, por supuesto, nuestro sentido común, que nos debería proteger de cometer errores y generar conflictos. Sin embargo, basta observar nuestras propias conductas y las de la humanidad en general respecto de su propia supervivencia y cuidado del planeta para darnos cuenta de que, como afirma el dicho popular: “el sentido común es el menos común de los sentidos”.

Ejercer el discernimiento

Para poder aplicar el principio de realidad, necesitamos afinar y refinar nuestras habilidades de discernimiento.

El discernimiento es la facultad humana que permite diferenciar unas cosas de otras, sean ellas materiales o espirituales. El instrumento que se emplea para ello es la razón, y el resultado de emplear el discernimiento en la toma de decisiones conduce a que ellas sean más sabias y prudentes.

Discernir entre el bien y el mal, supone tener una escala de valores establecida por la religión, por la conciencia y/o por el derecho. En general, los valores individuales y sociales más importantes son los mismos en todos los ámbitos: el respeto a la vida, a la libertad, a la dignidad y al patrimonio ajeno. Lo malo es aquello que atenta contra esos valores.

A la hora de tomar decisiones, serán por lo tanto la suma de nuestros valores o patrones de conducta, el conocimiento acumulado, más nuestras experiencias personales y sociales, los que nos permitirán discernir que es "bueno" y "malo". También, utilizar el sentido común para sopesar consecuencias y posibilidades, y aplicar el principio de realidad para, nuevamente, discernir lo qué es posible de aquello que pertenece al ámbito de las ideas o la imaginación, y actuar en consecuencia.

Imaginación vs. realidad

Las descripciones de la imaginación nos ayudan a entusiasmarnos con los proyectos, pero es necesario saber que ninguna de estas descripciones nos acerca suficientemente a la verdad. Uno requiere de la imaginación, a la que coloquialmente también podemos llamar ilusión o deseo, pero es necesario saber que nunca alcanzan. Por eso es tan importante que antes de comenzar a tomar decisiones y a hacer cosas, hagamos pasar el deseo por la saranda del cuidado para comprobar si se trataba de un deseo legítimo o no.

Si lo atraviesa, quiere decir que ese deseo era legítimo y que llevarlo al plano de la realidad no nos perjudica a nosotros, ni tampoco perjudica a nadie. Si por el contrario, los deseos no pasan el filtro del cuidado y la realidad, tenemos que ser conscientes de que ya no estamos hablando de deseos, sino de tentaciones, y éstas siempre conllevan un precio a pagar. De ahí en más, cada uno debe saber cuál es el precio que está dispuesto a pagar para salirse con la suya. En este sentido, solo cabe recordar tres cosas: “que el agua moja, el fuego quema, y que todo tiene consecuencias”.

Por lo tanto, es muy importante tener en cuenta las limitaciones de la imaginación, porque como toda imagen, se queda corta, y en general, si bien indispensable, sola resulta insuficiente para poder avanzar en la dirección deseada (de algo sirve, pero no es gran aliada).

Cuando las personas se dejan guiar por las imágenes de la realidad que construyen en su mente, corren el peligro de que éstas terminen reemplazando a la realidad (en la que no solo cuentan las imágenes, sino también los conceptos).

Es necesario poder discernir si lo que estamos aceptando o rechazando, en definitiva, deseando y abrazando, es producto de nuestra imaginación o de la realidad.

Todos nosotros aprendemos componiendo y dividiendo, relacionando y diferenciando.

En este ejercicio de aprender a diferenciar, debemos estar atentos para no matar a la imaginación de raíz, porque al hacerlo podríamos caer en el error de omitir una parte importante de la realidad.