Principio de complementariedad

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La complementariedad es la característica que tiene una cosa que es, a su vez, el complemento de otra, o bien dos cosas que se complementan mutuamente. Los descubrimientos del siglo XX contribuyeron a destruir la visión mecanicista-determinista de la ciencia. Se había perdido la fe en la religión: ahora se cuestionaban los conceptos básicos de la ciencia, que hasta entonces se basaban en abstracciones y en lo conocido como relativismo.

En 1925 Werner Heisenberg, el ayudante de Niels Bohr, enunció el principio de incertidumbre, según el cual no se puede alcanzar un conocimiento pleno de la realidad. La incertidumbre es una reacción al desconocimiento de las cosas o situaciones y es una característica interna. “Nadie conoce la totalidad de las cosas. Los valores, las necesidades y los miedos, distintos entre cada individuo observador, son lo que genera una visión distinta de las cosas”.

Bohr partió de la dualidad onda-partícula enunciada por Jean Victor de Broglie –donde luz y electrones actúan alternativamente como ondas o partículas– y afirmó que esas propiedades no pueden observarse juntas pero son complementarias.

El principio de complementariedad dice que no hay una separación rígida entre objetos e instrumentos de medición. La aportación de datos hace más completa la investigación y, por lo tanto, es un ejercicio de tolerancia entre los diferentes puntos de vista. Existe en todos los ámbitos de la humanidad y dependiendo del área de conocimiento, se puede enunciar un principio más específico:

- En la física, los opuestos son complementarios. Aplicado a las imágenes, se pueden tener dos o más visiones de la misma imagen dependiendo del ángulo desde donde se la mire.

- En las humanidades, la realidad no puede describirse desde una sola perspectiva, sino desde varios aportes individuales a la descripción de una misma realidad.

De su interés por el arte y Oriente, Bohr dedujo que en la vida y en la física coexisten los contrarios. Intuyó que las partículas podían comportarse como ondas y al revés, como pasa entre la luz y los electrones.

Los polos opuestos se atraen

Hay postulados que marcan nuevos caminos a la ciencia: toda observación es relativa (Einstein); se hace desde una teoría (Hanson); afecta al fenómeno observado (Werner Heisenberg); no existen hechos, sólo interpretaciones (Nietzsche); están condenadas al significado (Merleau-Ponty); ningún lenguaje define su propia semántica (Tarski); ninguna disciplina demuestra científicamente su propia base (Descartes); ningún sistema matemático prueba sus axiomas (Gödel); jugamos con palabras que usamos según reglas convencionales (Wittgenstein); ¿qué es la ciencia? no tiene una respuesta científica (Morin). Estas ideas son la plataforma de un proceso racional con pretensiones científicas.

La mecánica cuántica confirmó la hipótesis de Kant sobre que la física no era la naturaleza, sino su interpretación humana. Para Popper, la ciencia debe confirmar sus hipótesis. Toda teoría es imperfecta y cualquier experimento puede falsearla. Kuhn sumó la noción de paradigma, como una resistencia al progreso científico que justifica las teorías de una época, enfrentando al ideal popperiano. Así, los científicos filtran las contradicciones para sostener su autoridad como si fuesen creencias religiosas. Cuando ya no pueden barrer la basura debajo de la alfombra, una nueva síntesis supera al paradigma, pero la revolución no es racional: depende tanto de datos veraces como de la moda, de factores psicosociales y analogías populares o del envejecimiento o muerte de científicos conservadores.

Ciencia sin conciencia

La ciencia fue sometida por la presión de los poderes de turno, que van desde sus aplicaciones a la guerra hasta el marketing. Desapareció la certeza de la visión cartesiano-newtoniana.

La revolución científica es una oportunidad para el intelecto. Si las partículas subatómicas eran indeterminadas, la libertad podría resurgir.

El principio de complementariedad que gobernaba las partículas y las ondas sugería el ensamble entre distintas formas de conocimiento. La influencia del sujeto en el objeto observado y la conciencia humana parecían cumplir un papel más decisivo.

Los fenómenos complementarios alentaron un pensamiento holístico de las relaciones sociales, morales y religiosas ya que la ciencia sola no podía reflejar la realidad. El espíritu se liberó de absolutos, pero se quedó sin fundamentos: ya no conoce la esencia de las cosas. Ante la infinitud de los fenómenos, la ignorancia humana es infinita y la mejor estrategia es aprender de los errores que siempre se cometen.

En los asuntos humanos es imposible acotar la realidad a una sola perspectiva que la capture en forma integral. La descripción más rica integra en un todo coherente los aportes individuales y metodológicos.

El principio de complementariedad señala que la realidad desborda a las explicaciones; el juego intelectual es que nadie conoce la totalidad. Ya no hay más sabios sino espectadores desde una posición tal que determina su punto de vista. La realidad es retransmitida por los medios, como si fueran camarógrafos que brindan visiones de izquierda, derecha, centro, cerca, lejos, etc; y que permiten ver la posición de otros generando complementariedad y riqueza, en sinergia con otros puntos de vista.

Cada individuo creció con valores, fines, deseos, necesidades y miedos, que forjaron la posición desde la cual mira. El diálogo con opiniones distintas aumenta la comprensión ya que la realidad es compleja y la percepción selectiva: “todo se ve según el color del cristal con que se mira”. No se puede demostrar la verdad de una demostración específica, especialmente sobre factores básicos, biológicos o químicos.

La nueva teoría de la racionalidad enfatiza el carácter complementario de las ciencias experimentales, que manipulan objetos, con las ciencias humanas que describen el sentido que detectan en la realidad.

El cambio del paradigma científico demanda la unión de mentes privilegiadas. Ante la velocidad de los cambios, los investigadores deben prepararse para cambiar los fundamentos de su conocimiento.

Gerenciar el cambio

Aplicar la Teoría de los Juegos y las inteligencias múltiples permite gerenciar el cambio social apoyándose en el principio de complementariedad. Niels Bohr pensaba en la incapacidad humana para agotar la realidad desde un pensamiento único, y aunque parezcan excluyentes, los polos opuestos se atraen cuando se abre la mente para verlos compatibles, conciliables y complementarios.

La hipótesis del bootstrap asume que cada elemento se define por lo que es y por su red de relaciones, lo que evidencia su complementariedad. El universo es una red de sucesos que se desprenden de propiedades de otras partes y la consistencia global determina la estructura de la totalidad de la red.

El cambio requiere que el individuo sea el centro, que aprenda a gestionarse a sí mismo por cuenta propia, a situarse donde pueda contribuir, alerta a los cambios y comprometido con su organización.

Así, el cambio será impulsado creativamente. El hombre reinventa formas de organización según los cambios del entorno. Organizaciones inteligentes confrontan al enfoque mecanicista, cuya imagen de lo real se expresa en un lenguaje defensivo, en reglas fijas que ocultan la fragilidad de un mundo fundado en estructuras de dominación que no aceptan las diferencias ni los desacuerdos, salvo cuando creen que pueden controlarlo y se apropian del derecho a decidir lo que es legitimo y verdadero.


El nuevo juego es el de ganar-ganar. Allí el desorden y el caos son la fuente de una nueva estructura que se estaría rehaciendo constantemente. Las relaciones personales y sociales son fuentes de vínculos, participación y compromiso, compatibles con el cambio interno de la organización.

Cuando Einstein repetía la frase: “Dios no juega a los dados” ante la incertidumbre que le provocaban las nuevas teorías, Bohr, que era su amigo, se cansó y le contestó: “No le digas a Dios qué hacer con sus dados”.

Ilya Prigogine sugiere que el universo es provocativo y creador. Como la verdad cambia con los tiempos y como dijo Freud “la herejía de una época es la ortodoxia de la otra”, lo que nos queda como individuos libres es ser creativos e innovadores, los inventores de nuestro propio futuro. Para eso la educación debe enseñar de otra manera.

A fin de cuentas, no hay mejor aproximación al pensamiento de complementariedad que la descripción que nos da del estilo de pensar de su maestro Niels Bohr, uno de sus íntimos amigos, el barón Carl Friedrich von Weisaker: "El pensamiento de Bohr no es ni conservador ni revolucionario, sino que procura hacerse cargo de la distensión de hechos, al parecer contrarios, hasta poder unirlos en un nivel más alto del pensamiento".

No cabe mejor cierre de esta breve introducción al principio universal de la complementariedad que citar al mismo maestro Niels Bohr: “este principio es capaz de crear un nuevo estilo del pensar, más profundo, flexible y conciliador, para abrir la cooperación internacional en un trabajo extenso y amplio de equipo”.

Con ocasión de su setenta cumpleaños, Niels Bohr dijo ante la Real Academia Danesa de Ciencias, en Copenhague: "Con tales consideraciones desembocamos en problemas que tocan a la comunidad humana y que determinan la multiplicidad de los medios de expresión por la imposibilidad de caracterizar el papel que juega el individuo en la sociedad con una línea precisa. Con vistas a los contrastes que las culturas humanas, crecidas bajo diferentes condiciones de vida, demuestran respecto a las tradiciones antiguas y sus formas de expresión, estas culturas pueden considerarse, en cierto sentido, como complementarias. Sin embargo, no se trata aquí de las relaciones determinadas de exclusión mutua como sucede en la descripción objetiva de los problemas generales físicos y psicológicos, sino que son diferencias en el enfoque, que pueden ser conocidas o disminuidas por un contacto cada vez más estrecho entre las naciones. En nuestro tiempo, donde el acreciente saber y poder religa, cada vez más, el destino de todos los pueblos, es necesario la colaboración internacional en todos los sectores. El principio de complementariedad de las ciencias tiene fines universales, cuya solución podría ser facilitada por el recuerdo continuo de las condiciones universales del conocimiento humano”.

Por último, todo sistema tiende al equilibrio, por lo tanto, siempre se necesita de la oposición, ya que la oposición es un principio inherente a la naturaleza humana, la física y otras disciplinas. Esto se ve claramente reflejado en dos movimientos contrariamente dirigidos que son diástole y sístole, o la inspiración y la exhalación, dos complexiones naturales opuestas entre sí, pero totalmente complementarias, y al mismo tiempo, una dualidad puesta al servicio de la vitalidad que en armónica sucesión produce el ritmo de la vida.

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Wu wei