Diferencia entre revisiones de «Principio de coherencia»

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Revisión del 17:25 28 mar 2023

Del latín cohaerentia, es la relación lógica entre dos cosas, o entre las partes o elementos de algo, de modo que no se produce contradición ni oposición ente ellas. También es la cualidad de la persona coherente o que actúa en consecuencia con sus ideas, creencias o con lo que expresa y no se contradice. El concepto se utiliza para nombrar a algo que resulta lógico y consecuente respecto a un antecedente. En este sentido, cuando se dice que alguien es coherente, es porque se verifica que existe correspondencia entre su forma de pensar y de conducirse. Por ejemplo: “El secretario mostró su coherencia y renunció ante el despido de su jefe”, “Lo que estás diciendo no tiene coherencia”, “El presidente afirmó que seguirá trabajando con coherencia para solucionar los problemas de la población”.                                                                                                  

Ejemplos de coherencia e incoherencia                                                      

Lo coherente, por lo tanto, mantiene una misma línea con una posición previa. Si una persona afirma que nunca se iría de su país y, a las pocas semanas, viaja para instalarse en el extranjero, habrá tenido una conducta incoherente (no coherente). En cambio, si un futbolista asegura que no jugaría en un club diferente al que lo vio debutar y luego rechaza una oferta millonaria de otro equipo, puede decirse que se trata de una persona coherente.

La coherencia también se asocia a aquello que resulta entendible a partir de la lógica. Un político hablará con coherencia si no realiza promesas imposibles de cumplir ni distorsiona la realidad. Lo contrario sería que prometiese cosas que no podrá cumplir.

Relevancia según el contexto

Este concepto resulta especialmente subjetivo, dado que la falta de coherencia puede ser muy grave en ciertos contextos, pero algo sin importancia en otros. En los ejemplos antes dados, especialmente en lo que respecta a las decisiones y promesas de un gobierno, ser coherente con las propias declaraciones y con los planes es sinónimo de responsabilidad, y es un rasgo que los ciudadanos buscan en sus dirigentes para poder confiar en ellos.

Sin embargo, la vida se compone de miles de situaciones triviales, tales como escoger un sabor de helado o un color de zapatos, y de ninguna manera un cambio repentino o una contradicción en tales decisiones puede representar un rasgo negativo de una persona, ni una amenaza para la seguridad de quienes lo rodean, a pesar de ser ejemplos válidos de falta de coherencia.

La coherencia en el mundo de hoy

En otro plano más profundo, las sociedades actuales se caracterizan por una falta de coherencia entre las necesidades de los ciudadanos y su accionar. Muy comúnmente, los seres humanos nos sentimos perdidos, especialmente al llegar a ciertos puntos clave de nuestra vida, como si no supiéramos quiénes somos, cuáles son nuestros objetivos, o por qué actuamos de una u otra forma. Esa sensación de no tener control sobre nosotros mismos está relacionada con la falta de conexión que existe entre nuestros deseos profundos y lo que realmente hacemos.

¿Por qué elegimos estudiar una carrera universitaria que no representa nuestra verdadera vocación? ¿Por qué nos casamos si preferimos la soltería? ¿Por qué tenemos hijos antes de conseguir la estabilidad económica y emocional necesaria para llevar adelante una familia?

No actuar con coherencia a la hora de tomar tales decisiones puede afectarnos gravemente para el resto de nuestras vidas, así como a las demás personas involucradas, como ser pareja e hijos. Pero no se trata de una mera equivocación, sino de la consecuencia de una fuerte influencia que nos condiciona desde que nacemos, y que nos la transmiten nuestros mayores y los medios de comunicación: el mundo nos dice cómo debemos ser, qué debemos hacer, qué debe gustarnos y, en muchos casos, acabamos por creerlo. Sin embargo, tarde o temprano, la verdad aflora.

Un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, exige para su análisis un enfoque sistémico. El enfoque sistémico, denominado también como enfoque de sistemas, significa que el modo de abordar los objetos y fenómenos no puede ser aislado, sino que tienen que verse como parte de un todo. No es la suma de elementos, sino un conjunto de elementos que se encuentran en interacción, de forma integral, que producen nuevas cualidades con características diferentes, cuyo resultado es superior al de los componentes que lo forman y provocan un salto de calidad.

En el caso de una organización, el enfoque sistémico debe además apuntar a la integración de sus componentes, es decir, lograr que las partes permanezcan unidas entre sí. Para que una organización pueda sostenerse en el tiempo es necesario que dicho abordaje se encuentre regido por principios de realidad, razonabilidad, proporcionalidad, equilibrio, benevolenciaverdad, e integralidad, y que se haga presente la coherencia como un valor inclaudicable, que asegure y promueva la cohesión y el balance entre todos ellos.