La sociedad de coste marginal cero

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La sociedad de coste marginal cero: el Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo, es un libro publicado en 2014 por el influyente economista Jeremy Rifkin.

Allí, el autor sostiene que: “Estamos en un proceso de cambio en el modelo económico por el propio desarrollo del capitalismo. Dentro de 35 años, las cosas serán completamente diferentes. Es muy posible que el capitalismo ya no sea el modelo hegemónico y que tenga que cohabitar con otro sistema. El capitalismo convivirá con la economía colaborativa”.

Cuando Rifkin habla de economía colaborativa, habla de BlaBlaCar, la plataforma online que pone a los propietarios de un coche en contacto con viajeros para realizar juntos un trayecto de larga distancia y compartir gastos -y que ya alcanza diez millones de usuarios en Europa-. O las cooperativas de energía renovable que, según Rifkin, en Alemania producen casi el 27% de energía eléctrica y controlan casi todo el mercado de energía verde, donde las grandes eléctricas como EON sólo generan un 7% del total. O de empresas o servicios como Couchsurfing y BeWelcome, redes de alojamiento en la que uno se apunta con la condición de recibir también viajeros en sus casas. Todo cada vez a menores precios. A veces, a ninguno.

En la escena mundial está apareciendo un sistema económico nuevo: el procomún colaborativo. Es el primer paradigma económico que ha arraigado desde la llegada del capitalismo y el socialismo en el siglo XIX. El procomún colaborativo prospera junto al mercado convencional y transforma nuestra manera de organizar la vida económica ofreciendo la posibilidad de reducir radicalmente las diferencias en ingresos, de democratizar la economía mundial y de crear una sociedad más sostenible desde el punto de vista ecológico en la primera mitad del siglo XXI.

El desencadenante de esta gran transformación económica es el llamado coste marginal cero, el coste de producir unidades adicionales de un producto o servicio sin tener en cuenta los costes fijos. Las empresas siempre han buscado tecnologías nuevas que les permitan aumentar la productividad y reducir el coste marginal de producir y distribuir bienes y servicios con el fin de bajar precios, atraer consumidores, ganar cuota de mercado y garantizar beneficios suficientes para sus inversores. Pero nunca previeron una revolución tecnológica que pudiera dar lugar a una productividad extrema y redujera los costes marginales casi a cero, consiguiendo así que la información, la energía y muchos bienes y servicios físicos dejaran de estar sometidos a las fuerzas del mercado y fueran abundantes y casi gratuitos. Y eso es lo que está empezando a suceder.

El fenómeno del coste marginal casi nulo ha causado estragos en los sectores dedicados a los bienes de información, porque millones de consumidores se han convertido en prosumidores y han empezado a producir y compartir su propia música mediante servicios para intercambiar archivos, sus propios vídeos en YouTube, su propio saber en Wikipedia, sus propias noticias en redes sociales e incluso sus propios libros electrónicos gratuitos en Internet. El coste marginal cero ha llevado el sector discográfico al borde del desastre, ha hecho que las industrias del cine y la televisión se tambalearan, ha provocado el cierre de periódicos y revistas y ha paralizado el mercado editorial.

Los economistas reconocen el fuerte impacto que ha tenido el coste marginal cero en los sectores de la información, pero hasta hace poco no creían que se llegara a cruzar la frontera entre el mundo virtual y la economía de la energía y los bienes y servicios físicos. Esa frontera ya se ha cruzado.

Se está produciendo una revolución tecnológica nueva y vigorosa —el Internet de las cosas— que permitirá a centenares de millones de prosumidores producir y compartir su propia energía renovable y una variedad cada vez mayor de servicios y productos físicos con un coste marginal casi nulo. La convergencia del Internet de las comunicaciones con un Internet de la energía y un Internet del transporte y la logística incipientes está creando una nueva infraestructura tecnológica para la sociedad que cambiará de una manera radical la economía global en los próximos decenios. Se están conectando miles de millones de sensores a flujos de recursos, almacenes, sistemas viarios, cadenas de producción, redes de distribución eléctrica, oficinas, hogares, tiendas y vehículos que supervisan continuamente su estado y su funcionamiento y envían estos datos al Internet de las comunicaciones, al Internet de la energía y al Internet del transporte y la logística. Los prosumidores se podrán conectar al Internet de las cosas y analizar esos grandes datos (en inglés, big data) para crear algoritmos predictivos con los que acelerar la eficiencia, aumentar de una manera drástica la productividad y reducir a casi cero el coste marginal de producir y distribuir objetos físicos, igual que hacen hoy los prosumidores con bienes de información.

Por ejemplo, en los próximos decenios la mayor parte de la energía destinada a calefacción, electrodomésticos, oficinas, vehículos y a todos los componentes de la economía mundial, también se generará con un coste marginal cercano a cero y será prácticamente gratuita. Ya antes de que se recuperen los costes fijos de la instalación solar o eólica —un período que oscila entre dos y ocho años— el coste marginal de la energía obtenida es prácticamente nulo. A diferencia de los combustibles fósiles y del uranio de las centrales nucleares, donde la materia prima siempre tiene un coste, el sol que calienta los tejados y el viento que sopla contra las casas son prácticamente gratuitos. El Internet de las cosas permitirá a los prosumidores supervisar el consumo de electricidad de sus edificios, optimizar su eficiencia energética y compartir la electricidad verde sobrante en el Internet de la energía.

Del mismo modo, empresas y particulares imprimen en 3D sus propios productos mediante el uso de software gratuito y reciclando plástico, papel y otros materiales de origen local con un coste marginal cercano a cero. En 2020, los prosumidores podrán compartir sus productos impresos en 3D en el procomún colaborativo transportándolos en vehículos sin conductor eléctricos o con pilas de combustible y alimentados con energía renovable de coste marginal casi nulo, todo ello facilitado por la automatización del Internet del transporte y la logística.

Un 40% de la población estadounidense participa activamente en la economía colaborativa basada en compartir. Por ejemplo, varios millones de estadounidenses utilizan servicios de compartir automóviles. Por cada vehículo compartido dejan de circular 15 vehículos particulares. Del mismo modo, en todo el mundo hay más de un millón de propietarios que comparten sus viviendas con viajeros con un coste marginal cercano a cero mediante servicios en la red como Airbnb o Couchsurfing. Solo en la ciudad de Nueva York, las 416.000 personas que se alojaron en casas o pisos entre 2012 y 2013 por medio de Airbnb supusieron para el sector hotelero neoyorquino unas pérdidas equivalentes a un millón de pernoctaciones. El resultado es que el “valor de intercambio” en el mercado convencional está siendo reemplazado cada vez más por el “valor de compartición” en el procomún colaborativo.

Es probable que muchas grandes empresas de hoy sigan desempeñando un papel importante aunque cada vez más especializado, principalmente como agregadoras de servicios y soluciones en red, un papel que, en la era que se avecina, les permitirá prosperar junto al procomún colaborativo. Pero estamos entrando en un mundo que, en parte, se encuentra más allá de los mercados, un mundo en el que aprendemos a convivir en un procomún colaborativo mundial cada vez más interdependiente.


Leer artículo The Rise of Anti-Capitalism, By JEREMY RIFKINMARCH 15, 2014