La familia tradicional: evolución y cambios

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Una familia es un grupo de personas formado por individuos unidos, primordialmente vinculados por relaciones de filiación o de pareja. El Diccionario de la lengua española la define, entre otras cosas, como un grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas, lo que lleva implícito los conceptos de parentesco y convivencia, aunque existen otros modos, como por ejemplo la adopción, que incorpora nuevos integrantes a la familia.

Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la familia es el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad, y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

Los lazos principales que definen una familia son de dos tipos: vínculos de afinidad derivados del establecimiento de un vínculo reconocido socialmente, como el matrimonio​ —que, en algunas sociedades, solo permite la unión entre dos personas mientras que en otras es posible la poligamia—, y vínculos de consanguinidad, como la filiación entre padres e hijos o los lazos que se establecen entre los hermanos que descienden de un mismo padre. También puede diferenciarse la familia según el grado de parentesco entre sus miembros.

No hay consenso sobre una definición universal de familia. Es un concepto antropológico que puede relacionarse con otros, como los de clan, tribu y nación; sociológico e incluso económico.

La familia nuclear, fundada en la unión entre hombre y mujer, es el modelo principal de familia como tal, y la estructura difundida mayormente en la actualidad; pero las formas de vida familiar son muy diversas, dependiendo de factores sociales, culturales, económicos y afectivos. La familia, como cualquier institución social, tiende a adaptarse al contexto de la sociedad en la que vive y al paradigma imperante.

La familia tradicional pre-industrial

Hasta la primera Revolución Industrial, que se inició en 1760,  el núcleo familiar era la unidad más común de organización social. La familia tradicional se caracterizaba por una estructura extensa y troncal en la cual convivían varias generaciones, y sobre la que recaían funciones         como la reproductiva, protectiva, educativa, recreativa, atención y cuidado de los enfermos, transmisión de creencias y educación religiosa. En entornos rurales, también eran responsables de las funciones productivas y económicas.

Este modelo demandaba tener una gran cantidad de hijos, ya que eran considerados como una fuente de ingresos clave para poder alcanzar el sustento familiar. En las familias rurales que trabajaban para terratenientes con grandes extensiones de tierra, los hijos eran considerados como una potencial mano de obra barata que contribuía a la ayuda y sostén familiar. En el caso de familias de asalariados, el número de jornales que ingresaba en un hogar era proporcional al número de hijos. Ante la falta de instituciones de ayuda social, tener todos los hijos posibles era también una de las formas de asegurarse un recurso de subsistencia para la vejez.

En la mayoría de los casos, la jornada laboral se establecía por la duración de la luz solar, y se trabajaba de sol a sombra los seis días a la semana, excepto los sábados o domingos en aquellas comunidades que profesaban alguna religión en particular.

La familia tradicional en tiempos de la Revolución Industrial

La llegada de la Revolución Industrial produjo el paso de una economía sustentada en la agricultura a otra sustentada en la industria y los servicios, lo que trajo aparejado distintos fenómenos:

  • un crecimiento demográfico acelerado,
  • migraciones internas del campo a las grandes ciudades,
  • el creciente protagonismo político de la burguesía y del proletariado obrero,
  • la progresiva universalización de la alfabetización y la enseñanza primaria,
  • el desarrollo de nuevas disciplinas científicas, y
  • la ruptura de los modelos familiares que existían en el marco rural.

Las familias rurales, que hasta entonces estaban constituidas por muchas personas con diferentes grados de parentesco, tuvieron que reducirse o separarse para mudarse a las ciudades y los núcleos familiares comenzaron  a estar conformados fundamentalmente por matrimonios con hijos.

Los bienes más relevantes, que en el pasado eran generados a partir del conocimiento tácito y la mano de obra familiar, pasaron a ser “fabricados” por máquinas que respondían a nuevos sistemas y técnicas desarrolladas por el industrialismo emergente, de modo que la familia tradicional ya no necesitaba tener una gran cantidad de hijos para sumar jornales, sino asegurarles a los mismos alimentación, salud y una calidad educativa que les permitiera integrarse a las nuevas formas de producción como mano de obra calificada.

El sistema económico basado en tres factores tangibles e interdependientes – tierra, capital y trabajo– y fundado en los derechos de propiedad, junto con un cuerpo jurídico que protegía dichos derechos, y una forma de comercio que permitía a los individuos intercambiar libremente bienes y servicios libremente, fueron las bases fundamentales del progreso durante el siglo XIX.

Consecuencia de ello, se impuso una idea de progreso que respondía a la premisa de que el crecimiento material era ilimitado y beneficiaría a toda la humanidad.

El hecho de que todas, o casi todas las personas de diferentes orígenes y clases sociales tuvieran acceso a la oportunidad de estar incluidas en el pacto social, a gozar de los beneficios del progreso y en consecuencia ascender en la pirámide, fue el estímulo obvio para el esfuerzo. La obtención de riqueza económica, que en otro tiempo dependía del linaje familiar o del padrinazgo, estaba ahora al alcance, si no de todos, por lo menos de un número suficientemente relevante de miembros de la clase trabajadora como para justificar que la ambición y la laboriosidad fueran elevados a la categoría de virtudes sociales.

De modo que la convicción de que la libertad económica era un medio eficaz de promover el progreso, se convirtió en un axioma del comportamiento que rara vez era puesto en tela de juicio.

Mi hijo el doctor

El avance de la sociedad industrial, signado por el crecimiento económico de fines del siglo XIX, fue conformando una nueva forma de organización social alrededor de la familia tradicional, cuyas características y aspiraciones estaban alineadas con las leyes y con las costumbres de su época, entre otras, patriarcales.

Pero con la llegada de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el proceso civilizatorio se aceleró de nuevo por diversos factores:

  • Frente a la ausencia de hombres debido al reclutamiento que demandaron las guerras mundiales, la mujer se incorporó al trabajo en las fábricas, se hizo cargo de su hogar y surgió el voto femenino como una reivindicación social.
  • La posterior aparición del lavarropas y otros electrodomésticos permitió que la mujer pudiese salir a trabajar, sin tener que ocuparse de tareas domésticas que antes le insumían varias horas por día.
  • La sociedad en general comenzó a tener acceso a la educación y su consecuente mejora del nivel cultural.
  • En muchos países democráticos se realizaron cambios en la legislación para garantizar el trato igualitario de la mujer y del hombre, y la protección de los hijos.

En América, a este fenómeno se sumó la llegada e integración durante varias décadas de grandes masas de inmigrantes europeos que huían de las dos guerras mundiales y de sus consecuencias: la miseria y el hambre. Un amplio espectro de sectores bajos y medios que emigraban hacia el nuevo continente para “hacerse la América”, dispuestos a asumir el sacrificio de trabajar día y noche para que sus hijos se eduquen y estudien en pos de la tan ansiada movilidad social ascendente, basados en la convicción de que de esa forma asegurarían tanto su futuro personal, como el de su prole. En países como la Argentina, este esfuerzo fue favorecido por el Estado, que primero montó un sistema laico y gratuito de enseñanza primaria, y luego amplió la escuela media y la universidad. De modo que el ideal educativo de los hijos de inmigrantes que arribaron al país, se concentró inicialmente en la escuela primaria –un "sexto grado completo" era un título valioso– y quizá la escuela media, pero posteriormente ya incluyó el acceso a la universidad.

De este sistema de creencias y aspiraciones surgió tiempo después el concepto de “M'hijo el doctor”, que en su uso corriente resume la historia del inmigrante que, luego de recorrer otras etapas en la carrera de su ascenso social –un empleo estable o un negocio por su cuenta, y la casa propia–, completa su laborioso recorrido cuando su hijo obtiene el título de doctor. El sueño del inmigrante era tener un hijo abogado o médico, con una exitosa carrera profesional por delante, y posiblemente otro hijo en la política o cura, emergentes todos ellos destinados a asegurar la ascensión social de todo el grupo familiar y a ser una fuente de ingresos relevantes en un mundo en el que la vida se alargaba cada vez más. De este relato, bien instalado en el imaginario social, surgió lo que José Luis Romero llamó la “ideología espontánea del ascenso social, promesa y derecho basado en el esfuerzo personal y el aprovechamiento de las oportunidades”.

Modelos actuales de familia

Desde entonces hasta el presente, la familia tradicional vivió numerosos cambios, que fueron definiendo nuevos modelos de organización social. Entre los más significativos podemos destacar:

A nivel de familia

  • Liberalización de las relaciones sexuales a partir de la irrupción de los jóvenes en la arena política.
  • Aumento de la fecundidad fuera del matrimonio.
  • Retraso en la edad del matrimonio (27-30 años).
  • Utilización de métodos anticonceptivos y retraso en el nacimiento del primer hijo (27-35 años).
  • Retraso del abandono del hogar por parte de los hijos.
  • Aumento de la proporción de las personas que  se mantienen solteras.
  • Aumento de las rupturas matrimoniales
  • Aumento significativo de las uniones libres.


A nivel de mentalidad:

  • La ruptura con la tradicional visión de género en relación con las responsabilidades  familiares, conyugales y parentales.
  • La exaltación del deseo de “realización personal” y de libertad, que entra en conflicto con cualquier tipo de compromiso a medio o largo plazo.
  • El individualismo y la racionalidad instrumental, que lleva a que considerar al matrimonio como un contrato que puede romperse de la misma forma que un contrato comercial.
  • El aumento de la cultura del divorcio.

Los métodos de control de natalidad, junto a los cambios de mentalidad, permiten hoy configurar una familia más “a la carta” y nuevos modelos que dejan ver las distintas circunstancias que pueden rodear los vínculos entre los adultos y de éstos con los niños.

La familia nuclear reducida

La opción por el menor número de hijos, surge del deseo de tener sólo aquellos a los que se puede alimentar, educar y atender. El trabajo de ambos padres fuera de casa, es uno de los factores que más fuerza esta decisión. Desde edades tempranas, los hijos pasan una gran parte del día en jardines de infantes y escuelas, lo que ha modificado la tradicional convivencia familiar. El hecho de que ambos conyugues o convivientes trabajen a la par, obliga a un mayor reparto de las actividades en el hogar, incluyendo el cuidado de los hijos en un régimen de mayor igualdad, y la necesidad de acudir a los abuelos para atender a los nietos.


Las familias ensambladas

Las familias ensambladas, también conocidas como familias mixtas o reconstituidas, se definen como: “dos adultos que forman una nueva familia en la cual, al menos uno de ellos, trae un hijo fruto de una relación anterior.” Pueden estar precedidas de una separación, divorcio o viudez previa a la constitución de la pareja. Se trata de una estructura en la que confluyen varios subsistemas familiares en la medida en que comprende los vínculos entre padres e hijos (aquel que detenta la guarda y el que no convive), la nueva pareja de cada uno de ellos, los hijos tenidos en la nueva unión, etc.

La familia y los hogares monoparentales

Hogar monoparental es aquel en el que sólo está presente el padre o la madre. El concepto aparece en los años 70, imponiéndose al de "familia rota, incompleta o disfuncional".

La monoparentalidad  reviste hoy muchas    modalidades:

Según la persona que la encabeza:

  • Hombre
  • Mujer.

Según la causa de la monoparentalidad:

  • Muerte de un miembro.
  • Separaciones y divorcios

Por el origen:

  • Adopciones, embarazos en madres solteras por límites de edad o por inseminación, madres adolescentes, etc.

Las uniones de hecho

La forman las parejas que viven en común, unidos por vínculos afectivos y sexuales, incluyendo la posibilidad de tener hijos, pero sin mediar el matrimonio.

Se reconocen dos tipos:

1.- La formada por dos personas solteras, tengan o no hijos, con estructura similar a la familia nuclear,

2.- La cohabitación después de la ruptura matrimonial (más similar a la polinuclear).

La modalidad de parejas de hecho es elegida por:

  • Los que ponen como meta la convivencia emocional, con ciertos acuerdos  económicos, pero sin plantearse una unión definitiva.
  • Los que la eligen como situación temporal antes del paso definitivo al matrimonio
  • Los que quieren formulas de convivencia, con carácter definitivo, incluyendo la posibilidad de tener hijos, pero en situación de mayor flexibilidad.

Las parejas homosexuales:

Las sociedades democráticas van recociendo diferentes tipos de uniones civiles y matrimonios entre homosexuales, lo que en algunos países incluye que esta unión se reconozca como familia, y con el derecho de adopción de hijos en las mismas condiciones que las parejas heterosexuales.

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