Deseo versus tentación

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Los deseos son estados mentales conativos que se expresan con términos como "querer", "anhelar" o "apetecer".

Deseo es la pulsión que siente un sujeto hacia algo que le apetece. Se relaciona con las palabras anhelo o esperanza de obtener algo, pero a diferencia de éstas, la palabra "deseo" comporta una fuerte carga emocional pues se asocia al placer.

Los deseos presentan sus objetos bajo una luz favorable, como algo que parece ser bueno. Su cumplimiento normalmente se experimenta como placentero, en contraste con la experiencia negativa de no lograr hacerlo. Los deseos conscientes suelen ir acompañados de alguna forma de respuesta emocional.  

La palabra "deseo" puede tener muchas connotaciones según el contexto en que se use, distanciándose de este sentido. Se puede usar la palabra deseo para referir la formulación verbal de algún sueño personal, anhelo o esperanza. En este caso, muchas veces la palabra se asocia con creencias mágicas, supersticiosas o fantásticas de los sujetos. Por ejemplo, en los cumpleaños, es parte de la tradición pedir un deseo antes de apagar las velas de la torta. Lo mismo ocurre cuando una persona encuentra un trébol de cuatro hojas o cuando pasa una estrella fugaz.

En la literatura, abundan personajes y pasajes centrados en torno a la formulación de deseos. Muchas veces, estos relatos tienen como propósito moralizar en torno a las falsas expectativas o el control de los excesos del deseo. Un ejemplo común del uso de la formulación de deseos está en el cuento “Aladino y la lámpara maravillosa” y otros muchos relatos de Las mil y una noches.

Varios autores distinguen entre deseos superiores, asociados con metas espirituales o religiosas, y deseos inferiores, relacionados con los placeres corporales o sensoriales. Según las teorías del valor de la actitud adecuada, un objeto es valioso si es adecuado desearlo o si debemos desearlo. Las teorías del bienestar basadas en la satisfacción del deseo afirman que el bienestar de una persona está determinado por si los deseos de esa persona están satisfechos.

Cuando el deseo se desborda y pasa de los límites razonables, es decir, cuando la persona está dominada por la sumisión al placer sin que exista una real necesidad, se producen excesos en la conducta tales como la gula o la lujuria, considerados como tentaciones que forman parte de los "pecados capitales".

Es importante tener en cuenta que desear forma parte de la naturaleza humana. El deseo tiene que ver con una proyección, un futuro visualizado que uno desea para uno mismo. Sin embargo, es muy importante poder discernir si dicho deseo es legítimo o no. Esto quiere decir, que si lo cumplo, no me voy a perjudicar yo ni voy a perjudicar a alguien en particular o a la sociedad en su conjunto. Pero si sucede lo contrario, entonces en vez de encontrarme frente a un deseo, me encuentro frente a una tentación.

Del latín temptatĭo, la  tentación es el deseo de realizar una acción inmediatamente agradable pero probablemente dañina a largo plazo, por multitud de razones: legal, social, psicológica (incluyéndose la culpa), etc.

También designa la acción de coaccionar o inducir a una persona a la realización de un acto, por manipulación o por influencia de curiosidad, deseo o miedo de pérdida. La tentación está asociada a la seducción y la provocación.

La religión sostiene que el ser humano vive una lucha constante contra las tentaciones que intentan llevarlo por el camino más fácil pero alejado de los mandatos divinos. En ese ámbito, la tentación se refiere a la inclinación al pecado, y suele aparecer vinculada a la sexualidad y la infidelidad, o las sustancias adictivas como las drogas. En cualquier caso, el concepto sigue vinculado a lo pecaminoso, es decir, a lo que va en contra de los mandatos de Dios, por lo tanto dichas conductas son interpretadas como algo malo o que debe evitarse.

La diferencia entre deseo y tentación es que cuando se pone en marcha un deseo legítimo, aparece el motor que da sentido a la vida, abre las puertas a las oportunidades y hace que el proyecto sea posible. Mientras que cuando se cae en la tentación, lo más probable es que difícilmente pueda llevarse a cabo y el proyecto fracase.