Bienes sociales

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El ser humano se enfrenta hoy a una nueva realidad: el “sueño americano”, el modelo de producción y acumulación de riqueza económica que se conoce con el nombre de capitalismo –basado en la eficiencia, la eficacia y el libre mercado–, que tan buenos resultados en términos de inclusión brindó a millones de personas por décadas durante el siglo XX, no es un modelo exportable. En principio, porque para seguir consumiendo los ex recursos naturales –considerados en la actualidad como bienes sociales por su altísimo nivel de escasez[1]– al ritmo al que las sociedades más avanzadas lo venimos haciendo hasta hoy, no alcanzan 4 planetas Tierra (así lo afirma el conocido biólogo de la biodiversidad, Edward Wilson, en su libro El futuro de la vida). Es imposible que las casi 8000 millones de personas que habitamos este planeta podamos disfrutar del confort promedio de cualquier neoyorquino, parisino, porteño o berlinés, simplemente porque si lo hiciéramos en muy poco tiempo se agotarían todos los recursos.

Durante toda la historia de la humanidad, algunos recursos naturales como el aire y el agua fueron considerados como infinitos, por lo tanto carecían de valor económico. A través de la ley de oferta y demanda, el mercado establecía las reglas del juego y definía los parámetros de asignación de valor para cada producto o servicio. De allí surgía “el precio”, que no es otra cosa que el valor económico expresado en dinero, pero sin tener en cuenta el costo de reposición de esos recursos naturales consumidos y las “externalidades”, que son aquellos costos de algún bien o servicio que no son reflejados en el precio de los mismos.

Uno de los grandes desafíos que se nos presenta hoy es que estamos abandonando el paradigma de la administración de la escasez –que fue uno de los principales objetos de estudio de la economía hasta nuestros días–, para comenzar a entender y aprender a convivir en un planeta y en sociedades en las cuales los recursos son finitos. Aunque siempre lo fueron, pareciera que recién ahora estamos tomando cuenta que la naturaleza no puede ser considerada un mero recurso más, sino que debe ser considerada como fuente de vida y salvaguarda de los ecosistemas.

Los bienes sociales tienen como objetivo principal la satisfacción de necesidades sociales individuales o colectivas y pueden ser generados por empresas o por el propio Estado. Es decir, son bienes que benefician a todo el mundo. Además, tienen un costo marginal nulo y no es posible excluir a nadie de ellos.

A su vez, satisfacen necesidades sociales de la propia estructura política y económica predominante en cada país. Lo ideal es que estos bienes acaben convirtiéndose en derechos sociales.

La problemática de los bienes sociales

Hay bienes o servicios que en las sociedades, tal y como están estructuradas, son básicos y podrían considerarse sociales, con independencia de la cuestión ideológica. Además, las necesidades de los países desarrollados difieren de las de otros que puedan estar en vías de desarrollo. Por eso, administrarlos requiere de una gestión de no mercado.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que son producidos por alguien, sea público (bienes públicos) o privado. Esto significa que en ocasiones no se garantiza el acceso a todo el mundo, ya que esto dependerá de los recursos disponibles. Además, se puede dar una situación de monopolio legal cuando el que los suministra es el Estado.

También puede darse un “conflicto de intereses” si es gestionado por empresas privadas. De hecho, pueden producirse situaciones delicadas si no se realizan los procesos concursales con absoluta transparencia. La corrupción política, en este caso, puede ser un problema.

Requisitos de los bienes sociales

Todos los bienes sociales, con independencia de quién los suministre, tienen unos requisitos comunes. Estos van dirigidos a satisfacer las necesidades sociales de los ciudadanos:

  • En primer lugar, una vez que estén a disposición del público lo estarán para todo el mundo por igual. Por tanto, aquí no existirán diferencias debidas, por ejemplo, al poder adquisitivo.
  • Por otro lado, no se da el  “principio de exclusión” que caracteriza al bien privado. Se puede consumir de forma simultánea por todos.
  • Además, no se produce rivalidad en el uso. Es decir, el consumo por parte de uno no reduce la disponibilidad para otro.
  • No se puede calcular el beneficio individual, sino que este es colectivo. Pero no todos lo percibirán de igual forma.

Algunos ejemplos de bienes sociales son:

  • La sanidad: En el mundo existen sistemas sanitarios para todos los gustos: públicos, mixtos o privados. Además, con independencia de las preferencias individuales, cada país es un mundo en cuanto a eficacia y eficiencia se refiere.
  • La educación: En este caso es principalmente pública o concertada, excepto en el ámbito universitario donde lo privado es muy relevante. Hay ciertas propuestas por parte de pensadores liberales sobre los llamados “cheques educativos”. Estos permitirían elegir el centro al que llevar a los hijos en un mercado libre.
  • La seguridad: En todos los países del mundo la ofrece la Administración Pública, en lo que a la policía o el ejército se refiere. Con independencia de algunas teorías sobre su privatización, es un bien público. Eso sí, pueden darse servicios de seguridad privada pero no son bienes sociales, ya que no cumplen las condiciones expuestas con anterioridad.

[1] Durante toda la historia de la humanidad, algunos recursos naturales como el aire y el agua fueron considerados como infinitos, por lo tanto carecían de valor económico. A través de la ley de oferta y demanda, el mercado establecía las reglas del juego y definía los parámetros de asignación de valor para cada producto o servicio. De allí surgía “el precio”, que no es otra cosa que el valor económico expresado en dinero, pero sin tener en cuenta el costo de reposición de esos recursos naturales consumidos y las “externalidades”, que son aquellos costos de algún bien o servicio que no son reflejados en el precio de los mismos.