Agroecología

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La agroecología es una disciplina científica, un conjunto de prácticas y un movimiento social. Como ciencia, estudia cómo interactúan los diferentes componentes del agroecosistema. Como un conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que optimizan y estabilizan la producción de alimentos. Como movimiento social, persigue papeles multifuncionales para la agricultura, promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales.

Los agricultores familiares son poseedores importantes del saber agroecológico y son, por lo tanto, actores clave para la implementación práctica de la agroecología, dado que esta disciplina es una manera de conectar los conocimientos tradicionales y científicos con el fin de producir alimentos de una manera más sostenible. Su objetivo es encontrar soluciones locales sin aplicar soluciones generales. Las soluciones agroecológicas son, a la vez, regionales y locales. Debido a estas características específicas, la agroecología también es más resistente a un clima cambiante.

Mediante el uso de conceptos y principios ecológicos para diseñar y gestionar un sistema alimentario sostenible, la agroecología se centra en las interacciones entre plantas, animales, seres humanos y el medio ambiente. Las prácticas agroecológicas se basan en estas interacciones, que aplican soluciones innovadoras para aprovechar y conservar la biodiversidad. Está sustentada científicamente en los principios relacionados con el reciclaje de la biomasa, la tierra, el ingreso de energía natural (radiación solar, aire, agua y nutrientes), la minimización de la pérdida, la mejora de la agro biodiversidad y de las interacciones biológicas en los componentes del agroecosistema.

La agroecología se basa a su vez en los tres pilares del desarrollo sostenible de manera que, con énfasis en el enfoque económico, social y ambiental sostenible, los países puedan aumentar su producción de alimentos y, al mismo tiempo, proteger el medio ambiente y promover la inclusión social. Esto hace que esta disciplina juegue también un papel muy importante para garantizar la seguridad alimentaria y la creación de un sistema agrícola más resistente para hacer frente a los desafíos del cambio climático. Para ello, combina los conocimientos tradicionales y científicos con el fin de ofrecer soluciones adaptables y específicas a cada contexto que garanticen no sólo seguridad alimentaria, sino también nutrición.

Es importante destacar el papel que las organizaciones de agricultores desempeñan en el mantenimiento de los conocimientos y las herramientas necesarias para practicar la agroecología. Para muchas organizaciones campesinas de todo el mundo, su implementación es la única manera de tener acceso y controlar los recursos naturales y productivos (como la tierra, el agua, las semillas, etc.) y producir alimentos sanos para las personas en armonía con el medio ambiente.

Una de las principales características de la agroecología es que busca soluciones locales y vínculos con la economía y los mercados locales, y provee un mejor sustentamiento y una mejor calidad de vida para los agricultores. De esta manera, podría jugar un papel muy importante en la erradicación de la pobreza y del hambre. Como una solución local, en base a las necesidades locales, otra ventaja de la agroecología es que también tiene como objetivo la producción de alimentos más nutritivos y culturalmente apropiados y produce menos residuos de alimentos. La producción es diversificada, por lo que los agricultores producen una variedad de alimentos con diferentes nutrientes y esto asegura una dieta equilibrada.

Orígenes de la agroecología

Uno de los principales teóricos de la agroecología ha sido el investigador chileno Miguel Altieri, que trabaja en la Universidad de Berkeley y es uno de los fundadores del Centro Latinoamericano de Desarrollo Sustentable (CLADES), marco en el cual se desarrollaron las bases sobre las que se ha ido fundamentado su enfoque científico.

La agroecología plantea desde su nacimiento la necesidad de un enfoque múltiple, que hace gala de una visión holística, integrando ideas y métodos de varias disciplinas, muy en la línea de la Teoría General de Sistemas que el austriaco Ludwig von Bertalanffy desarrolló, en los años veinte del pasado siglo, para las ciencias biológicas. Es decir, que los procedimientos analíticos de investigación aplicados por las ciencias, de los cuales la agronomía es un claro ejemplo, son en exceso reduccionistas, puesto que tienden a despreciar las interacciones que se producen entre las partes que constituyen el objeto de estudio. Tal reducción sólo sería posible si no existiesen interacciones, o si éstas fueran tan débiles que pudiésemos despreciarlas por su escasa influencia.

Según Susanna Hecht, la agroecología incorpora un enfoque de la agricultura más ligado al medioambiente y más sensible socialmente, centrado no sólo en la producción sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción.

La preocupación ambientalista surge a raíz de la constatación de los efectos que sobre el medioambiente está produciendo la generalización de un modelo de agricultura química, que se fundamenta en el uso intensivo del terreno de cultivo, en una alta incorporación de insumos y, por tanto, de energía. La visión ecológica se basa en considerar los terrenos de cultivo como unos ecosistemas, dentro de los cuales también tienen lugar los procesos ecológicos que suceden en las formaciones vegetales no cultivadas. Si para la ecología el objeto de estudio es el ecosistema, para la agroecología su objeto ha de ser el agrosistema —o agroecosistema—; el cual puede ser definido como un conjunto de componentes físicos y sociales, unidos o relacionados de manera tal que forman una unidad, un todo cuyo objetivo básico no es otro que la producción de alimentos de manera sustentable. Esta visión interesa especialmente a la creciente agricultura ecológica, convirtiéndose así la agroecología en el referente de quienes practican ese modo de producir alimentos. La perspectiva social, económica, política y cultural, se incorpora en la agroecología al constatar que en la agricultura los factores socioeconómicos y políticos, influyen decisivamente en las estrategias y decisiones de los agricultores.

Igualmente, en la definición de esta nueva ciencia influyeron de manera importante los trabajos desarrollados desde las perspectivas de la antropología y la geografía, para describir y analizar las prácticas agrícolas de los pueblos indígenas y los campesinos tradicionales y, en especial, para desentrañar cuál era la lógica que se aplicaba en estos agrosistemas, basándose para ello en la recuperación de la tradición oral. Los sistemas tradicionales mostraban una preocupación por el uso de los recursos para la subsistencia, no centrándose en exclusiva dentro del campo de cultivo sino manejando a la perfección las interacciones dentro del propio cultivo, y entre el cultivo y el medio circundante. El análisis de los sistemas indígenas y tradicionales proporcionó a la agroecología herramientas conceptuales y prácticas para proponer alternativas a la agricultura industrial.

Fundamentos de aplicación

El enfoque de la agricultura convencional siempre ha buscado incrementar la producción de cosechas agrícolas sin considerar las consecuencias posteriores sobre el ambiente en el que se practica. Así ocurre, por ejemplo, con la labranza intensiva del suelo, práctica de monocultivo, uso indiscriminado de fertilizantes sintéticos, el control químico de plagas, uso intensivo de agua de pozos profundos y la manipulación genética, entre otras prácticas de la agricultura moderna.

No se debe descuidar y negar que la aplicación de las prácticas e innovaciones tecnológicas convencionales incremente la producción agrícola, pero tampoco se puede negar que su práctica en actividades agrícolas deteriora los recursos naturales en forma considerable y ocasionalmente irreversible.

El deterioro de la cubierta vegetal, la erosión del suelo (eólica, hídrica, de fertilidad), el incremento de la salinidad, disminución considerable de los mantos freáticos, la pérdida de diversidad agrícola biológica y genética, la resistencia constante de plagas y enfermedades agrícolas, las inundaciones naturales, la eutrofización de lagos y la contaminación del aire, son algunas de las múltiples consecuencias de la agricultura basada en agroquímicos y en el uso de grandes cantidades de energía.

Ante los múltiples factores negativos de la agricultura convencional, emerge la concepción de la agroecología y la tecnología de la agricultura ecológica, que promueven la producción agrícola conservando los recursos naturales elementales de la producción de alimentos tales como el suelo, agua y biodiversidad. Estas acciones se basan en el respeto a las comunidades rurales (quienes aportan el material genético mejor adaptado a las condiciones locales) y a los principios éticos y humanos en la realización de estas actividades.

La agricultura ecológica, como puesta en práctica de la ciencia agroecológica, puede ser altamente productiva y a su vez sostenible en producción y conservación a largo plazo con la finalidad de poder solventar el abastecimiento de alimentos a una creciente población humana. En esta perspectiva, el diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles no puede ni debe abandonar las prácticas convencionales, sino que debe considerar las prácticas tradicionales para justificar su sostenimiento. Se trata de diseñar científicamente nuevas concepciones y tecnologías agrícolas, sobre la base de los métodos y conocimientos ecológicos actuales y los principios tradicionales de conservación de los recursos naturales que muchas comunidades rurales tienen y en las que cubren sus necesidades alimentarias sin requerir grandes insumos externos en su ciclo productivo.

Los países europeos, seguidos por otros altamente industrializados tales como EEUU y Australia, han implementados algunos principios agroecológicos en sus políticas de desarrollo agrícola pero no han sido de mucho impacto debido a empresas fabricantes de semillas transgénicas, agrotóxicos y demás componentes químicos orientados a la práctica de la agricultura convencional a gran escala tales como Monsanto, Río Tinto Alcan, entre otras, que han ejercido mucha presión para promocionar un modelo de agricultura industrializada convencional de alto impacto ambiental. Pese a que se ha comprobado la nocividad de sus productos para el ser humano y para los suelos, incluso con prohibiciones de distribución en países como Francia, aún continúan expendiendo sus productos altamente tóxicos en países de Asia y Latinoamérica, donde actualmente las tendencias agroecológicas están tomando nueva fuerza, oponiendo resistencia al uso de estos productos que en muchos países como Paraguay, están poniendo en peligro de extinción semillas originarias y milenarias de la región del Mato Grosso y la Cuenca del Río Paraná.

Principios agroecológicos

• Reducir el uso de insumos nocivos para el medio ambiente, manufacturados, costosos o escasos y aumentar el uso de insumos naturales y locales, a la vez que se refuerzan las interacciones biológicas para promover procesos y servicios ecológicos. Por ejemplo, el uso de cultivos de cubierta que fijan el nitrógeno, la rotación de cultivos, reemplazar el uso de fertilizantes que contienen nitrógeno sintético, o el uso de la biodiversidad autóctona y el control biológico para el manejo de plagas, enfermedades y malas hierbas, así como la reducción, cuando sea posible, o la eliminación del uso de pesticidas químicos.

• Minimizar las cantidades de sustancias tóxicas o contaminantes emitidas al medio ambiente.

• Manejar de manera más eficaz los nutrientes reciclando la biomasa y añadiendo regularmente restos vegetales, estiércol animal y fertilizantes orgánicos para reforzar la acumulación de materia orgánica en el suelo y equilibrar y optimizar el ciclo de nutrientes.

• Aumentar la capa vegetal del suelo a través, por ejemplo, de cultivos y estiércol verde, y reducir la cantidad de labranza, si es posible a cero, para minimizar la erosión del suelo y la pérdida de agua/humedad y nutrientes. Estas prácticas, junto con la recogida de aguas, pretenden hacer un uso más eficaz del agua.

• Promover la actividad biológica del suelo, mantener y mejorar la fertilidad del mismo.

• Mantener un alto número de especies y la diversidad genética, en el tiempo y el espacio, y una estructura compleja del ecosistema agrícola, con el fin de facilitar un amplio número de servicios ecológicos y aumentar la resistencia del ecosistema agrícola y la flexibilidad ante los cambios, a través, por ejemplo, de la rotación de cultivos, el cultivo de relevo, el cultivo intercalado y los policultivos; o incorporando árboles multifuncionales, agroforestería y combinaciones de cultivos y ganado, o integrando peces, camarones u otros recursos acuáticos.

Permacultura

Permacultura es un sistema de principios de diseño agrícola y social, político y económico basado en los patrones y las características del ecosistema natural.

Tiene muchas ramas, entre las que se incluyen el diseño ecológico, la ingeniería ambiental, diseño ambiental, la construcción y la gestión integrada de los recursos hídricos, que desarrolla la arquitectura sostenible y los sistemas agrícolas de automantenimiento modelados desde los ecosistemas naturales.

El término permacultura (como un método sistemático) fue acuñado por primera vez por los australianos Bill Mollison y David Holmgren en 1978.

La palabra permacultura (en inglés permaculture) es una contracción, que originalmente se refería a la agricultura permanente, pero se amplió para significar también cultura permanente, debido a que se ha visto que los aspectos sociales son parte integral de un sistema verdaderamente sostenible, inspirado en la filosofía de la Agricultura Natural de Masanobu Fukuoka.

Desde sus inicios a finales de los años 70, la permacultura se ha definido como una respuesta positiva a la crisis ambiental y social que estamos viviendo.

En palabras de Bill Mollison: La permacultura es la filosofía de trabajar con, y no en contra de la naturaleza; de observación prolongada y reflexiva, en lugar de labores prolongadas e inconscientes; de entender a las plantas y los animales en todas sus funciones, en lugar de tratar a las áreas como sistemas monoproductivos.

Principios éticos y de diseño de la Permacultura

David Holmgren ideó una ética de la Permacultura basada en tres principios éticos fundamentales:

Cuidado de la Tierra: conservación del suelo, los bosques y el agua. Provisión para todos los sistemas de vida para que continúe y se multiplique. Este es el primer principio, porque sin una tierra sana, los seres humanos no pueden prosperar.

Nuestro planeta es un conjunto de sistemas complejos, interdependientes, en proceso de evolución y fuera de nuestro entendimiento completo. Todas las especies, todos los procesos, todos los elementos tienen un valor en sí mismo, más allá de su valor económico o funcional para el hombre.

Para poder hacer sostenible un diseño permacultural, se tienen que integrar con una perspectiva a largo plazo los ciclos naturales de materiales y los flujos energéticos dentro de los sistemas fundamentales que sostienen la vida.

Cuidado de las personas: ocuparse de sí mismo, de los familiares, parientes y de la comunidad. Provisión para las personas para que puedan acceder a los recursos necesarios para su existencia.

Este componente social toma en cuenta los derechos de toda la gente, de los pueblos y comunidades, a decidir sobre su vida. Hace de la permacultura una filosofía ambiental humanista, que ubica las necesidades y aspiraciones humanas en el centro de nuestra ocupación porque tenemos el poder y la inteligencia para influir en nuestra situación.

Aquí se hace evidente la relación entre la libertad y responsabilidad. Para garantizar el derecho de diseñar libremente el uso de los recursos básicos, es necesario llegar a un equilibrio entre las necesidades individuales y comunes. Esto da vida a la demanda ética de la justicia social: Todos los seres humanos deben tener el mismo derecho y acceso a los recursos y conocimientos. El cuidado de la gente comienza por uno mismo, pero se expande en círculos crecientes para incluir a la familia, el vecindario, y comunidades locales y mayores. En este sentido, sigue el patrón de casi todos los sistemas éticos tradicionales. Para tener la capacidad de contribuir con el bien mayor, uno debe estar sano, fuerte y seguro. Visto desde esta perspectiva, el principio significa: Cuidarse a sí mismo, a los seres queridos y a la comunidad.

Repartición justa: redistribución de los excedentes (límites al consumo y a la reproducción). Reinvertir los excedentes de nuevo en el sistema para proporcionarlos a la Tierra y las personas. Esto incluye devolver los residuos al sistema para reciclar útilmente y que cada no tome más de lo que necesita.

Este tercer componente ético se enfoca en la realización consciente de la autolimitación y la redistribución justa y equitativa de los excedentes que se han podido lograr juntos.

En su libro "Principios y senderos de Permacultura", Holmgren especifica que el reparto entre todas las especies supone distribuir tanto la población como el consumo humanos (dos conceptos directamente opuestos al antropocentrismo y consumismo dominante actual). También se añaden dos directivas: tomar plena responsabilidad para nuestras vidas y co-operar.

Al asegurarnos que todos los productos y excedentes están dirigidos hacia los objetivos anteriores, podemos empezar a construir una cultura verdaderamente sostenible y permanente.

Este componente económico también tiene que integrar la limitada tolerancia y capacidad regenerativa de nuestro planeta Tierra. Como enunciado se pueden añadir, en estos tiempos más que nunca:

• Establecer límites a consumo y reproducción

• Distribuir con justicia los excedentes. Al respecto, se puede utilizar la frase "Celebrar la abundancia en la naturaleza y aceptar sus limitaciones", tal como fue planteado por Bill Mollison en el Manual de Diseñadores.

• Principios ecológicos derivados de la observación de los sistemas naturales, por ecólogos como Charles Birch y los hermanos Eugene y Howard T. Odum, a los cuales se añaden los 'principios de actitud' de Mollison.

• Diseñar herramientas y procesos que reúnan conceptos, elementos y componentes estratégicos dentro de un marco o plan de acción que pueda ser implementado y mantenido con mínimos recursos.

Los doce principios de diseño

A partir de estos principios éticos, Holmgren definió 12 principios de diseño de la Permacultura. Enfocados en la teoría de sistemas, sirven como guías generales para dar una orientación dentro de la enorme complejidad natural y social a la hora de desarrollar un sistema sostenible:

1. Observar e interactuar. Tomando el tiempo necesario para involucrarnos con la naturaleza, podemos diseñar soluciones que se ajusten a nuestra situación particular. La naturaleza es un gran sistema complejo de interrelaciones del que podemos aprender para crear sistemas integrados en ella que nos beneficien.

2. Captar y almacenar energía. La riqueza actual en el mundo es estacional y se basa en el uso y derroche energético de fuentes no renovables que acabarán por agotarse, y en la degradación del entorno. Es por lo tanto necesario idear modos inteligentes y sustentables para la generación y almacenamiento de recursos que permitan que las generaciones futuras puedan contar con ellos. Como recursos se consideran tanto las fuentes de energía renovables como el agua, el suelo fértil o la biodiversidad.

3. Obtener un rendimiento. Los sistemas que diseñemos deben producir frutos que garanticen la supervivencia de la comunidad, aunque sin hipotecar el futuro. La productividad debe ser medida en términos de producto real a partir del esfuerzo invertido.

4. Aplicar la autorregulación y aceptar la retroalimentación. Comprendiendo cómo funcionan las retroalimentaciones en la naturaleza, tanto negativas como positivas, podremos diseñar sistemas que sean autorregulados, reduciendo el esfuerzo necesario para su gestión y manejo.

5. Usar y valorar los servicios y recursos naturales. Hacer el mejor uso posible de la abundancia natural para reducir nuestro comportamiento consumista y nuestra dependencia hacia los recursos no renovables.

6. Dejar de producir residuos. Encontrando un valor a cada recurso disponible y utilizándolos para integrarlos adecuadamente dentro de los ciclos naturales, el concepto de residuo deja de tener sentido.

7. Diseñar desde los patrones hasta los detalles. Observando la naturaleza y la sociedad desde una perspectiva más amplia, se pueden detectar patrones o motivos generales que pueden utilizarse luego como columna vertebral de nuestros diseños, para luego implementarlos en los detalles.

8. Integrar más que segregar. Las conexiones entre los elementos son más importantes que los elementos mismos. En la naturaleza encontramos relaciones de muchos tipos entre las especies, tales como la depredación, el parasitismo o la simbiosis. Disponiendo los elementos adecuados en sus lugares adecuados, se desarrollan relaciones de cooperación entre los elementos que mejoran y fortalecen el conjunto. Hay que tener en cuenta que cada elemento efectúa diversas funciones y que cada función importante es soportada por varios elementos.

9. Usar soluciones lentas y pequeñas. Los sistemas lentos y pequeños son más fáciles de mantener que los grandes y rápidos, ya que hacen un mejor uso de los recursos locales y producen resultados duraderos.

10. Usar y valorar la diversidad. La diversidad reduce la vulnerabilidad a las posibles amenazas y saca partido al entorno único en el que reside.

11. Usar los bordes y valorar lo marginal. En los bordes es donde se encuentra el mayor dinamismo y riqueza dentro de la naturaleza. Las interfases entre tierra, agua y aire permiten intercambios constantes que facilitan la creación de condiciones adecuadas para el desarrollo de la vida.

12. Usar y responder creativamente al cambio. Se puede obtener un impacto positivo sobre los cambios inevitables o sobre una visión de futuro observando con atención e interviniendo en el momento oportuno.

Acerca de Mollison y Holmgren

A mediados de la década del 70, el doctor Bill Mollison y David Holmgren, ecologistas australianos, comenzaron a desarrollar una serie de ideas que tenían la esperanza de poder utilizar para la creación de sistemas agrícolas estables. Lo hicieron como respuesta a lo que consideraban un rápido crecimiento en el uso de métodos agroindustriales destructivos tras la Segunda Guerra Mundial, que de acuerdo a su criterio estaban envenenando la tierra y el agua, reduciendo drásticamente la biodiversidad, y destruyendo billones de toneladas de suelo que anteriormente mantenía paisajes fértiles. Una aproximación denominada 'permacultura' fue el resultado y se dio a conocer con la publicación en 1978 del libro Permaculture One. El libro tuvo un éxito inmediato en Australia, provocando mucho debate. La aparición de una revista (The International Permaculture Magazine), una miniserie televisiva con Bill Mollison como protagonista, y varias decenas de cursos que éste dictó a finales de los 70s y principios de los 80s, contribuyeron a internacionalizar la permacultura y a forjar su imagen de herramienta práctica para la construcción de hábitats sostenibles.

Tras la publicación de Permaculture One, Mollison y Holmgren refinaron y desarrollaron sus ideas, diseñando cientos de 'terrenos de permacultura' y escribiendo varios otros libros. Mollison dio clases en más de 80 países y su Curso de Diseño se enseñó a muchos cientos de estudiantes. A comienzos de la década del 80, el concepto avanzó de ser predominantemente un diseño de sistemas agrícolas para transformarse en un proceso de diseño más plenamente holístico para crear hábitats humanos sostenibles. A mediados de la década del 80, multitud de estudiantes se habían convertido en exitosos prácticos, que enseñaban el método. En un corto periodo se establecieron grupos de permacultura, proyectos, asociaciones e institutos en más de 100 países.

En el transcurso de sus viajes por Asia, África y América Latina, Mollison encontró y contribuyó a popularizar conceptos y prácticas ancestrales que habían contribuido a la sostenibilidad de las antiguas culturas agrícolas y cazadoras. Muchos de estos conceptos fueron explicados y revalorizados, y pasaron a formar parte del aspecto técnico de la permacultura. Muy pronto se hizo evidente que los conceptos de diseño que manejaba la permacultura podían ser aplicados no solamente a la producción agropecuaria y forestal, sino a muchos aspectos de la vida humana, como la construcción, la educación, la economía y la organización social en general, abarcando todos los temas esenciales en el diseño de sistemas sustentables, de forma integrada.

La permacultura está en la actualidad bien establecida a lo largo y ancho del mundo, existiendo muchos ejemplos de su uso. Zimbabue tiene 60 escuelas diseñadas utilizando la permacultura, con un equipo nacional trabajando en la unidad de desarrollo de currículos escolares. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha elaborado un informe sobre el uso de la permacultura en situaciones de refugio, tras su exitoso uso en los campos de Sudáfrica y Macedonia. En Costa Rica, un grupo de permaculturistas hace talleres y huertas urbanas siguiendo los principios de la permacultura.

Proceso de diseño

Un hábitat diseñado según los principios de la permacultura se entiende como un sistema, en el cual se combinan la vida de los seres humanos de una manera respetuosa y beneficiosa con la de los animales y las plantas, para proveer las necesidades de todos de una forma adecuada.

En el diseño de estos sistemas se aplican ideas y conceptos integradores de la teoría de sistemas, biocibernética y ecología profunda. La atención no solo se dirige hacia los componentes individuales, sino hacia las relaciones entre estos elementos y su uso óptimo para la creación de sistemas productivos.

Planificación, implementación y mantenimiento componen el proceso de diseño permacultural, el cual se enfoca tanto en una optimización sucesiva del sistema para las necesidades de ahora, como también en una futura productividad, abierta para ser desarrollada y refinada por las generaciones que vienen.

El proceso de diseño tiene como objetivo una integración óptima de las necesidades ecológicas, económicas y sociales del sistema, de modo que a largo plazo se pueda autorregular y mantener en un equilibrio dinámico mediante interferencias mínimas.

El modelo para esto son los procesos de autorregulación que podemos observar diariamente en sistemas ecológicos como por ejemplo en los bosques, lagos o los océanos.

El pensamiento sistémico y una acción motivada por sus premisas buscan superar de una manera consciente el procedimiento lineal-causal todavía predominante, cuyas consecuencias destructivas están hoy más y más a la vista de todos.

Como estamos viviendo en sistemas y estamos rodeados por ellos, el pensamiento y la acción lineal-causal no pueden solucionar nuestros problemas, solamente trasladarlos en el tiempo y espacio. Por su tendencia a implementar solamente correcciones sintomáticas, produce constantemente nuevos problemas muchas veces mayores a los anteriores.

El concepto libre de ideologías de la permacultura se abre tanto a los nuevos conocimientos y tecnologías como a los conocimientos “antiguos”, milenarios, de todas las culturas, y apoya su fusión creativa en innovadoras estrategias de diseño.

La flor de la permacultura

En la flor de la permacultura (ver gráfico en el enlace), cada pétalo es uno de los ámbitos de nuestra cultura que necesitan re-diseño. En el centro de la flor están los principios éticos y de diseño de la permacultura, y alrededor de cada pétalo están los principios, estrategias, métodos, prácticas o elementos que tendremos que elegir, crear y quizá adaptar a nuestra realidad.