¿Problema, conflicto o desafío?

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El problema es racional, técnico.

El conflicto es emocional, vivencial.

La clave está en la interpretación.

Entendemos por problema una situación que se presenta “en este momento”, y no tiene solución, por lo tanto, es un asunto o cuestión que requiere de un pronto desenlace o aclaratoria para darle fin, en cuyo caso lo primero que debemos hacer es plantearnos una meta, definir dónde queremos llegar, cuál es el objetivo, y definir qué es aquello que queremos conseguir.

Una vez establecida la meta, evaluamos las posibles alternativas para llegar a alcanzar la solución, las sopesamos y recién entonces nos ponemos en marcha.

La resolución a veces será sencilla y otras no, pero no por ello deja de ser válida nuestra meta. El camino puede ser difícil, pero si sabemos dónde queremos llegar, lo importante es trazar un camino claro y seguirlo, corrigiendo el rumbo todas las veces que sea necesario.

No obstante, al igual que generalmente aparecen dos tipos de conflictos –los internos y los externos–, también nos encontramos con dos tipos de problemas: los que tienen solución y los que no.

Ya sabemos qué hacer con los primeros pero, ¿qué pasa con los segundos?, ¿podemos hacer algo? La respuesta es sí, y se llama aceptación. Aceptar que un problema no tiene solución, nos librará de un malestar extra innecesario. Sin duda, podemos pasarlo mal, pero si luchamos contra lo inevitable, solo conseguiremos aumentar nuestro malestar. No podemos solucionar la pérdida de un ser querido ni podemos recuperar algo que se nos perdió… pero sí podemos  aceptar esa realidad y reducir su impacto en nuestras emociones, sólo así descubriremos nuevas alternativas y caminos a seguir para encontrar las soluciones adecuadas.

El problema psicológico se produce cuando intentamos conseguir un fin, pero encontramos un conjunto de circunstancias que nos lo impiden. En ese caso, se convierte en un obstáculo en nuestro camino porque no sabemos cómo eliminarlo o esquivarlo. De hecho, cabe aclarar que muchas veces llamamos “problema” a situaciones que solo son dificultades o contratiempos. Por consiguiente, los problemas son todas aquellas situaciones para las cuales no tenemos una solución inmediata, circunstancias que no podemos resolver inmediatamente, de manera que nos obligan a pensar en una estrategia resolutiva.

El concepto de problema en el sentido de cuestión que se debe solucionar, es aplicable a las más variadas disciplinas, como la matemática, la filosofía, la ecología, la economía, la política, la sociología y la metodología, entre otras. Sinónimo de problema pueden ser: la dificultad, el inconveniente, la complicación o contrariedad; el enigma, la incógnita; la cuestión; la duda o pregunta y el obstáculo.

Los problemas interpersonales                                                                        

En la mayoría de las ocasiones en las que nos enfrentamos con problemas interpersonales, la falta de éxito en la resolución, es tan solo una cuestión de “definición”. Cuando nos enfrentamos a una situación difícil, nuestras emociones negativas se disparan y muchas veces opacan o nublan todo aquello que sí es importante, conduciéndonos a una total paralización frente a la dificultad. Enfrentar un conflicto puede no ser una tarea sencilla, pero podemos salir reforzados de ello. Sin duda, a lo largo de la vida nos encontraremos con situaciones que supongan un reto para nosotros. En esos momentos, nuestra habilidad para solucionar conflictos nos ayudará a salir airosos del contratiempo o nos impulsará a buscar ayuda.

¿Qué es un conflicto?

El conflicto es una situación en la cual dos o más personas con intereses distintos entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas, con el objetivo de dañar o eliminar a la parte rival, incluso cuando tal confrontación sea meramente verbal.

Por lo tanto… ¿Cuántos conflictos atravesamos a lo largo de un día?     

Los conflictos nos rodean, viven con nosotros, son parte del ser humano y además, si están bien enfocados, son una potente fuente de aprendizaje. Como diría Freud: “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”. Por lo tanto, a los conflictos tenemos que aceptarlos y saber gestionarlos. 

Pero, ¿cuál es la solución de un conflicto?

La resolución de un conflicto es tan simple y tan compleja como “saber llegar a un acuerdo”. A veces, solo por tener la razón, nos enroscamos en discusiones eternas que no llevan a ninguna parte, cuando en la mayoría de los casos “la razón” es algo totalmente secundario. Casi todos los conflictos a los que nos enfrentamos pueden ser resueltos mediante un acuerdo. En la mayoría de ocasiones se trata de una discusión por convicciones propias que nada tienen que ver con lo que sucede. Por lo tanto, ceder un poco en nuestra postura para llegar a un acuerdo en común, puede llegar a ser una solución posible.

Los acuerdos implican que las dos partes deben renunciar a algo para alcanzar el bien común. Toda resolución de conflictos acarrea consecuencias, pero esas consecuencias no invalidan el acuerdo, es decir: me enfrento, negocio, y pierdo una parte a la vez que gano otra. La parte que pierdo es solo una consecuencia, por lo tanto no tiene el poder de hacer tambalear el acuerdo.

Los conflictos interpersonales

En el conflicto interpersonal, el desencuentro se produce en nuestro interior. Cuando afrontamos determinada situación, una parte de nosotros desea algo y otra parte desea lo opuesto. Podemos ser conscientes, por ejemplo, de que “debemos” hacer algo, pero en realidad “deseamos” hacer otra cosa. O podemos experimentar al mismo tiempo emociones divergentes, como la atracción que nos empuja a la acción y el miedo que nos detiene. Esas fuerzas que empujan en sentidos diferentes siempre se encuentran en conflicto.

Pero, ¿qué pasa si el conflicto es interno?

Parece más complejo, pero en esencia es la misma estructura: tengo dos puntos de vista diferentes frente a una misma situación, entonces, ¿qué pretendo? La respuesta es la misma: sí, llegar a un acuerdo. Bucear en nuestro interior y averiguar cuál es la solución que más nos conviene, nos ayudará a encontrar la respuesta que buscamos. Aunque, en ocasiones, la mejor solución a largo plazo, sea la que conlleve mayor sacrificio en el corto Para ello tengo que evaluar alternativas y tomar decisiones, aunque éstas conlleven consecuencias que impliquen pérdidas. Cuando las ganancias se valoran en conjunto y el resultado tiene muchas posibilidades de llegar a ser positivo, las pérdidas son asumibles. Por lo tanto, de nada sirve en estos casos el autocastigo o la autocrítica, pues solo se trata de aceptar y validar las consecuencias.

Al igual que en los conflictos que resolvemos de modo externo, en los conflictos internos ocurre exactamente lo mismo: la consecuencia es inherente a la resolución, por lo tanto debemos aceptarla y no castigarnos con ella contaminados por la emoción. La resolución se debe llevar a cabo libre de emoción, en frío y valorando todas las alternativas que tengamos a nuestro alcance. Por lo tanto, la crítica que nos produce la aceptación de las consecuencias, no solo es innecesaria, sino que también es evitable.  Es sabido que, en algunas ocasiones, hay que decidir con el corazón, sin embargo, esto no siempre es así. Mientras la emoción nos puede llevar a perpetuar una situación, la mente nos dice que ya es hora de abandonarla. Por lo que en muchas ocasiones, debemos dejar de lado la emoción para pensar fríamente qué es lo mejor para nosotros y aquello que más nos conviene.

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Al igual que en los problemas, la emoción actúa como enemigo paralizante. Comprender la diferencia entre problema y conflicto es fundamental para encontrar las estrategias psicológicas más eficaces para gestionar ambas situaciones. Conocer nuestros estados internos, ponerles un nombre y comprender su dinámica nos permitirá afrontarlos de la mejor manera posible y tomar decisiones de las que no tengamos que arrepentirnos en el futuro, manteniendo bajo control los estados afectivos para evitar tocar fondo emocionalmente.

¿Cuál es la principal diferencia entre problema y conflicto?

Por definición, el conflicto es un desacuerdo, una contradicción que surge a partir de la incoherencia de juicios, objetivos, intereses, inferencias, conclusiones u opiniones sobre determinados aspectos. En cambio, el problema es un asunto o situación que se considera desagradable o dañina, pero que no podemos superar inmediatamente debido a que carecemos de los recursos materiales, cognitivos, emocionales o de cualquier otra índole para hallar una solución. Por  lo tanto, la principal diferencia entre problema y conflicto radica en su carácter. Mientras el conflicto tiene un carácter dicotómico porque siempre implica al menos dos posturas o fuerzas contrapuestas, incluso cuando se trata de un conflicto intrapersonal, los problemas adolecen de esa dicotomía pues solo implican una dificultad, duda o incertidumbre que debemos solucionar.

Como se trata de realidades psicológicas diferentes, la manera de abordarlas también difiere. De hecho, no es casual que existan tanto técnicas de resolución de conflictos como estrategias de resolución de problemas.

Las técnicas de resolución de conflictos se enfocan en lograr que las fuerzas divergentes confluyan para salir de la situación de estancamiento. Ya sea a nivel interpersonal o intrapersonal, se trabaja para comprender los pros y contras de cada postura, hallar los puntos en común, establecer un objetivo, aclarar las cesiones que se deben realizar y, finalmente comprometerse con el cambio.

Por su parte, las estrategias de resolución de problemas son procesos enfocados en buscar soluciones. Aunque implican el análisis de la situación y tienen en cuenta la meta a la que deseamos llegar, el trabajo se enfoca más en promover un pensamiento divergente que dé lugar a ideas creativas y originales para eliminar el obstáculo o dar respuesta a la duda.

Por consiguiente, mientras que las técnicas de resolución de conflictos potencian la convergencia, las estrategias de resolución de problemas estimulan la divergencia. Las diferencias en el abordaje del problema y el conflicto se deben a que, aunque ambos suelen conducir a una parálisis, sus mecanismos psicológicos de base son distintos.

En el conflicto, la parálisis se debe a fuerzas divergentes que empujan en direcciones opuestas, lo cual genera indecisión y nos mantiene atados a la situación. En cambio, muchas veces los problemas nos bloquean debido a nuestra rigidez mental; o sea, al hecho de que somos incapaces de ver más allá de lo que está ocurriendo para buscar soluciones.

Problemas y conflictos: dos realidades psicológicas no excluyentes

En nuestro día a día enfrentamos muchos problemas y conflictos. Generalmente se trata de situaciones intrascendentes que podemos resolver rápidamente y no volvemos a pensar en ellas. Sin embargo, en algunos casos los problemas y conflictos pueden coincidir provocando una gran angustia emocional que nos conduce a la parálisis.

Por ejemplo, podemos encontrarnos ante problemas vitales cuyas posibles soluciones nos generen conflictos internos. En esos casos, las soluciones que vislumbramos nos resultan conflictivas, de manera que somos incapaces de decidirnos. Así el conflicto termina alimentando y prolongando el problema.

No obstante, también puede ocurrir lo opuesto: los conflictos latentes pueden generar problemas en nuestras relaciones interpersonales o en nuestro mundo interior. En estos casos, el problema puede terminar agravando el conflicto, condenándonos a la parálisis y la angustia.

Comprender la diferencia entre problema y conflicto, así como los mecanismos psicológicos que se encuentran en su base, nos ayudará a arrojar un poco de luz sobre lo que sucede para que podamos encontrar el mejor camino o, al menos, ponernos en movimiento para salir de una situación de parálisis que a menudo es profundamente desgastante desde el punto de vista emocional.

Desafío

Desafío es la acción y el efecto de desafiar, un verbo que hace referencia a competir, retar, rivalizar o provocar a alguien. Un desafío puede ser, por lo tanto, una competencia donde una rivalidad queda en manifiesto. Cuando una persona reta a otra y la invita a enfrentarse en una pelea, duelo o competencia, también se habla de desafío. La naturaleza, muchas veces también se presenta como un desafío para el ser humano.

Las situaciones complicadas y de difícil resolución son consideradas como desafíos, y no por ello deben ser interpretadas como un problema o un conflicto. Cuando un individuo se acerca a otro, convencido de su superioridad en algo y le propone un reto, estamos frente a un desafío. Si la otra persona acepta el mismo, deberán ponerse a prueba mutuamente, en el punto en el que han convenido, y se probará quién de los dos tiene más capacidades para vencer. En este tipo de acciones es fundamental la actitud de quien propone el reto. Muchas veces, una persona que contesta con cierta soberbia es entendida como “desafiante”, cuando en realidad su manera de actuar puede estar más relacionada a una cierta inseguridad que a una sobrevaloración de su persona. Del mismo modo, cuando un niño contesta a un adulto, no necesariamente está desafiándolo, a lo mejor es que realmente está convencido de lo que cree y simplemente quiere hacerse escuchar. Un desafío entre dos personas suele implicar una competencia o un enfrentamiento.

El desafío es algo positivo; es bueno que las personas se pongan a prueba y se enfrenten a otras para crecer y progresar en aquello que saben hacer. Sin embargo, a veces se muestra como algo negativo porque las personas no entienden el verdadero sentido de esto. Es importante, por tanto, educar en la seguridad. Si un niño se siente humillado o inferior a otro es probable que demuestre una actitud negativa y manifieste una actitud de desafío contraproducente. En cambio, si se siente tranquilo y feliz de ser quien es, manifestará una actitud de desafío frente a otro con el objetivo de superarse en algo y no como una actitud defensiva o de miedo.