Discipulado
Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
Benjamin Franklin.
Un discípulo es alguien que sigue la vida y enseñanza de otra persona.
Algunas de las características de un buen discípulo son:
- El interés inicial por adquirir un conocimiento.
- Un deseo de búsqueda permanente
- La perseverancia.
A nivel individual, el discipulado consiste en relacionarse con otra persona, mientras que, en una escala mayor, es aquello que hacemos juntos.
El discipulado es el resultado de una iniciativa diaria, permanente y con propósito, que está enfocada en lograr seguidores.
Es relacional, ya que requiere conocer a otras personas e invertir tiempo en ellas para su bien. No es un programa que puede ser dictado a través de un video o cursos de internet: demanda que se invierta tiempo real en personas reales; es decir, es mucho más que dar una lección, sino que es compartir la vida unos con otros en pos de construir un vínculo y una verdad en común (porque la simple transferencia de información no es suficiente ni alcanza).
La obra de discipulado se fundamenta en la motivación, y se basa en relaciones de amor y entrenamiento constante. No busca alcanzar altos niveles de eficiencia, eficacia o practicidad, sino la transferencia de conocimiento y experiencia entre maestro y aprendiz con el objetivo de dejar capacidad instalada en este último para que, a su vez, se convierta en un maestro de nuevos discípulos.
El discipulado es intencional y deliberado. No es algo pasivo o que simplemente sucede, sino que el discipulador enseña con la intención de estimular el crecimiento personal del otro. Es un proceso a través del cual somos transformados.
Discipular es amar al otro en una cultura de edificación y entrega mutua. Es una tarea muy amplia que, a través de la enseñanza, ayuda a asimilar un saber que acompañará a los discípulos por el resto de sus vidas.
En la práctica, el discipulado se basa en la transmisión de contenidos que serán compartidos con otros para luego ser aplicados en la vida real.
Es como un canal cuyo propósito es mover un fluido desde la fuente original en la dirección en que debe ir, para llegar al destino previsto. Para alcanzar este objetivo, es imprescindible que el canal se encuentre en el lugar y en el momento correcto.
El motivo principal del discipulado es el gozo que recibe el maestro al hacerlo. Supone encontrar de manera natural mucho placer en ver a otros crecer, desarrollarse y prosperar a partir del compromiso e involucramiento personal del discipulador con cada uno de ellos.
Si no comprendemos que ayudar a edificar a otros entregando nuestro tiempo, nuestra energía y nuestro conocimiento en su beneficio es un motivo lo suficientemente importante en sí mismo como para hacerlo y no una búsqueda de mero orgullo personal, entonces hay algo incorrecto en nuestro entendimiento de lo que significa discipular.
Cuando abrazamos el discipulado, resulta clave convertirnos en verdaderos canales de transmisión, actuar desde el ejemplo y que cualquier cosa que compartamos o enseñemos esté siempre fundamentada en la verdad y la transformación. Debemos ejercer la responsabilidad de mostrar amor a partir de no retener esa verdad solo para nosotros, y estando atentos a que el fruto debe permanecer para siempre.
La difícil tarea de discipular
Por mucho que podamos comprender intelectualmente acerca de la importancia del discipulado, ponerlo en práctica es una tarea bastante difícil.
Algunas de las excusas más comunes para no discipular son:
1. No quiero estar en una posición de autoridad frente a otros.
En una cultura que promueve la independencia, la idea de ser vistos como una figura de autoridad no resulta algo muy agradable ni atractivo. En la actualidad se habla de la necesidad de horizontalidad, legitimidad, validación interna y simetría de vínculos. Y si bien es cierto la máxima que dice que en diferente grado todos disponemos de saberes y conocimientos distintos, el patrón de la jerarquía que se fundamenta en la capacidad de poder liderar y enseñar, también existe y se hace presente.
Por lo tanto, en vez de intentar negarlo, lo importante es poder comprender el modelo de liderazgo que mejor apllica para el discipulado. En este sentido, el liderazgo como servicio es un buen ejemplo de autoridad “al servicio de”, y no una autoridad “que se sirve de”. Ir por la vida con esta actitud en el corazón, pone el bienestar de la otra persona por encima del beneficio propio. De modo que aunque el discipulado nos ponga en una posición de autoridad, una actitud de amor unida con el servicio y la humildad es el abordaje correcto, ya que cuando discipulamos, estaremos siempre sirviendo al otro.
2. El discipulado deliberado e intencional convierte al discipulo en un proyecto.
Algunas personas pueden oponerse al hecho de que, si establecemos una relación con alguien de forma deliberada e intencional, terminemos convirtiendo a esa persona en un instrumento para alcanzar nuestro fin, transformándola en un mero instrumento para satisfacer nuestro interés personal y nuestro ego. Por eso es importante que al discipular la libertad, el afecto, la camaradería y la dignidad siempre formen parte de nuestro propósito. En este sentido, la pregunta que nos tendríamos que formular cuando discipulamos es: ¿Cómo podemos evitar hacer de una persona un proyecto, para no disminuir el valor del vínculo y estar seguros que estamos a su servicio?
3. Simplemente no siento hacerlo, y no tengo tiempo para ello.
Vivimos en un mundo volátil, incierto, complejo, ambiguo, frágil y acelerado.
La mayoría de las personas estamos ocupadas hasta un punto de saturación tal, que uno de los principales problemas de nuestra época es la falta de tiempo. Para quienes tienen la vocación de discipular y su problema es el tiempo, es muy probable que, si observan su agenda con detenimiento, encuentren que hay actividades de menor valor que podrían eliminar para tener la disponibilidad necesaria y poder ser la motivación para otros. Disponer de ese espacio edificante es más un asunto de deseo y prioridades que una cuestión fáctica: Si la vocación de discipular es verdadera, puede muy bien llevarse adelante incluso teniendo una agenda muy cargada.
4. No soy un experto en la materia, por lo tanto, no tengo nada que pueda enseñar.
Si bien el conocimiento previo es un requisito básico, también se puede formar una buena relación de discipulado con alguien simplemente pasando tiempo con esa persona y leyendo juntos un libro (independientemente de la etapa en que nos encontremos, siempre tendremos algo que podemos enseñar y también algo para aprender, ya que no se aprende más que cuando se enseña). Además, nunca hay que olvidar que en nuestra vida diaria, nuestras palabras, nuestras acciones y todo lo que sucede en nuestra vida es un medio a través del cual podemos discipular a través del ejemplo.
5. No tengo dotes para discipular, hay otros que están más y mejor preparados que yo para hacerlo.
El discipulado se trata fundamentalmente de acercar a las personas al conocimiento y la verdad, y nosotros podemos convertirnos en un instrumento para alcanzar dicha verdad. Si en este momento de nuestra vida no nos sentimos competentes o con confianza suficiente como para enseñar a otros, entonces podemos considerar la posibilidad de compartir una charla o un buen libro, y de esa forma compartir sabiduría mientras lo leemos juntos. También podemos enfocarnos siempre en el acompañamiento y la ayuda que nos puede brindar nuestra comunidad de práctica y aprendizaje, ya que el discipulado nunca debe ser visto como una tarea individualista, sino como un asunto colectivo y comunitario.
Discipular implica un compromiso y nunca debe ser tomado a la ligera, por lo tanto, sentir un poco de temor es siempre bienvenido y algo bueno. Cuando nos comprometemos de manera intencional a pasar un tiempo significativo con alguien, debemos reconocer que podemos llegar a tener una gran influencia en su caminar, especialmente si nos ven como alguien con alguna autoridad, o que pueden tomar como modelo. Es claro que no queremos enseñar o dar ejemplo de falsedad, por lo tanto, debemos abordar el discipulado con precaución para evitar que alguno de nuestros discípulos termine tomando una dirección equivocada.
Además, debemos recordar que no somos perfectos. A pesar de que al mundo no le guste admitir la debilidad, cuando tropezamos necesitamos enfrentar nuestros errores con sinceridad y mostrarles a aquellos que discipulamos como lidiamos con nuestras propias fallas. Esto implica un gran ejericio de humildad y de autoconciencia de uno mismo. Si hemos dicho algo equivocado, debemos corregirlo, porque solo podemos modelar nuestra vida cuando lidiamos con los problemas y los conflictos de forma sincera y honesta.
A pesar de los temores involucrados, discipular es un proceso que tiene recompensa, no solo para el discípulo, sino también para la persona que discipula. Si decidimos emprender el camino de discipular, muy probablemente encontraremos que la mayoría de nuestras excusas pueden ser tiradas por la ventana. Debemos revisar nuestra agenda en profundidad, y organizarnos para así poder disponer del tiempo necesario como para comenzar a edificar a otros.
La confianza y la obediencia: objetivos finales del discipulado
Comencemos reflexionando acerca de la importancia de la obediencia.
Por sobre todas las cosas, el discipulado es un camino que nos lleva a la obediencia de los mandatos y las palabras. Ese es el gran objetivo del discipulado.
Una persona puede leer todos los libros del mundo, estudiar y practicar con otros, pero si no hay un verdadero cambio en su vida, entonces es muy probable que esa persona no se convierta en un verdadero discípulo.
El discipulado no se trata simplemente de un cambio de conducta, sino de corazones transformados que llevan vidas cambiadas.
Existe una razón por la cual la obediencia es un objetivo clave en cualquier relación de discipulado, y esta razón es la ejemplaridad. No importa tanto lo que decimos, sino, sobre todo, lo que hacemos y cómo vivimos. El testimonio de una vida personal coherente, íntegra, vital, saludable y bella es el fundamento del discipulado. Solo aquel que es capaz de predicar con el ejemplo puede alcanzar niveles de excelencia que después quieran ser imitados por otros.
En cuanto a la construcción de confianza, es un proceso gradual y fundamental para el éxito de cualquier relación, y se basa en el respeto, la transparencia, la honestidad, la comunicación abierta, la empatía, el apoyo mutuo y la coherencia entre lo que se piensa, se siente, se dice y se hace.
Una vez que ya hemos decidido hacia dónde vamos a enfocar nuestro esfuerzo por construir relaciones de discipulado, necesitaremos abordar la pregunta práctica de cómo comenzar. Al respecto, algunas preguntas que surgen inmediatamente son:
¿En quién invertiré mi tiempo?
En realidad, no existe una respuesta simple a la pregunta acerca de a quién discipular. Siempre es importante poder encontrar o descubrir una persona por la que verdaderamente sintamos que tenemos el llamado de discipular. Sin embargo, más allá de las características del potencial candidato, lo que se necesita por sobre todo es tomar la decisión y el compromiso de empezar a reunirse y tener conversaciones motivadoras.
¿Cuándo?
Esto dependerá en gran medida de nuestra propia agenda, y ciertamente los encuentros deben ser lo suficientemente frecuentes como para permitir desarrollar un vínculo significativo. La mayoría de las personas encuentran útil reunirse por lo menos una vez por semana, y como mínimo una vez al mes.
¿Qué?
Para muchas personas es una de las preguntas más difíciles de responder. Lo que buscamos es cultivar un vínculo de fraternidad y no desarrollar un programa o una consultoría. Queremos modelar y motivar una cultura de vivir juntos, en armonía con nosotros mismos y con la naturaleza, basada en la ética del cuidado, la cultura de paz y en hacernos el bien unos a otros. Por lo tanto, lo que hagamos no es tan importante como el hecho básico de que esté enfocado en temas que deben resultar altamente edificantes para ambas partes. Por último, como las opciones son muchas, no existe un programa específico: es nuestra responsabilidad elegir uno. Y no olvidar que la principal forma de ser fructíferos en el discipulado es apoyándonos en la red de relaciones que hayamos sabido construir con el tiempo.
La verdadera raíz de nuestro discipulado no está en nuestro buen consejo o simplemente escuchando como actores pasivos. Nuestra labor de discipulado tiene un propósito y un objetivo en mente: queremos ver a nuestro discípulo crecer activa, progresiva y consistentemente. Y nunca debemos olvidar que la medida de ese crecimiento estará siempre marcada por el amor que le pongamos al vínculo.
Si vamos a discipular, necesitamos reconocer que en general, y muy especialmente en las nuevas generaciones, existe una resistencia muy grande hacia el estudio y la memorización que ello conlleva. Muchas personas valoran el acompañamiento y la enseñanza, pero no muchos están dispuestos a hacer un esfuerzo por adquirir nuevos conocimientos para después aplicarlos a sus vidas. Como discipuladores, debemos darnos cuenta de que es importante comunicar este sentido de importancia. Algunas veces las personas se sienten muy intimidadas por la lectura, en esos casos un plan semanal regular de lectura disciplinado puede ser de gran ayuda. Puede que tome algún tiempo, ¡pero no es una tarea imposible!
De todas maneras, queda claro que no es suficiente con simplemente leer, por lo tanto:
¿Cómo motivamos realmente todas estas cosas?
Comenzando por la lectura regular y el estudio inductivo, resumiendo textos con diferentes niveles de profundidad y a través del uso de cuadros sinópticos, analizando el contexto a través de una interpretación adecuada de la realidad, memorizando las definiciones y los puntos esenciales, y motivando a la reflexión. Recordar asimismo que no queremos que nuestro discípulo puede llegar a malinterpretar nuestras enseñanzas.
La pregunta, la escucha activa, pasar tiempo junto a nuestro discípulo escudriñando las lecturas y conversando sobre los diferentes temas que se abordan, son siempre grandes herramientas a tener muy en cuenta durante el proceso de transformación.
También debemos tener en cuenta que además de libros y textos de lectura, en la actualidad existen un sinnúmero de herramientas virtuales a nuestra disposición que bien podríamos utilizar con el fin de agilizar el aprendizaje y encontrar nuevos formatos que podrían llegar a resultar mucho más atractivos que la lectura.
¿Quiere decir esto que ninguno de estos canales sirve para nuestro propósito?
No, todo lo contrario, pero si no se hace presente el compromiso de enseñar y aprender, muy pronto todo el tiempo invertido en el proceso caerá en saco roto.
Es necesario recordar que estamos tratando de motivar a nuestro discípulo a crecer en su conocimiento y obediencia, por lo tanto, mientras más tengamos presente y enraizados los temas en nuestra mente, más y mejores oportunidades tendremos para dejar nuestra huella. Esto implica que debemos desafiarnos a nosotros mismos y a nuestro discípulo a memorizar, para que después pueda decir con sus propias palabras y aplicar todo lo aprendido, así como las conclusiones y las enseñanzas a las que haya arribado en su vida cotidiana. Necesitamos motivar a nuestro discípulo a estudiar, y debemos hacerlo con buenos métodos de estudio. Y confiemos en que, en el futuro, ya llegará el tiempo de enfrentar la etapa en que esté preparado para compartir todo lo aprendido con los demás, y comenzar a entrenarlo en el arte de la discusión.
Guía para el discipulado
A continuación, algunos lineamientos y recomendaciones que pueden servir de guía para el discipulado.
1. Hacer buenas preguntas.
2. No tener temor a confrontar.
3. Ser honestos
4. Ser vulnerables
5. Ser entrometidos
6. Tener gracia.
7. Ser humildes
8. Ser buenos exhortadores
9. Estar disponibles
10. Enfocarnos siempre en nuestro discípulo
Los siete peligros del discipulado
Hay siete peligros que pueden hacerse presentes en las relaciones de discipulado:
1. La presunción
2. La autosuficiencia
3. La necesidad de tener una mente programada.
4. El sentido de fracaso.
5. Una intimidad inadecuada.
6. La dependencia.
7. Un discípulo que toma la palabra del discipulador como una verdad a ciegas, sin evaluarla ni analizarla
El gozo del discipulado
A pesar de lo que podamos conocer acerca de los peligros asociados con las relaciones de discipulado, siempre debemos recordar que es un gran placer ser una fuente de motivación que produce un fruto significativo y duradero en la vida de otro ser humano. Por lo tanto:
- Cultivemos el gusto por el placer de discipular.
- Disfrutemos de ver a nuestro discípulo prosperar, alcanzando nuevos logros.
- Disfrutemos de ver a nuestro discípulo haciendo nuevos discípulos.
- Disfrutemos de promover una cultura de discipulado.
El uso de libros en el discipulado
¿Por qué se recomienda usar libros en el discipulado?
Primero, porque es muy beneficioso para los discípulos poder mantener conversaciones de calidad con propósito. Nadie negaría eso. Leer un buen libro es como tener una conversación con una persona que no puede estar con nosotros personalmente. Miles de personas antes de nosotros han reflexionado acerca de los mismos temas y escrito sus pensamientos en papel. Es maravilloso poder aprender de ellos, ser enseñados por ellos (aun cuando no puedan estar presentes). Es importante recordar que no estamos solos en la historia. El conocimiento no comenzó con nosotros y no terminará con nosotros. Existe una gran cantidad de conocimiento y sabiduría en los libros del pasado que sería bueno tener en cuenta y considerar. Seríamos muy orgullosos si pensáramos que podemos descubrir toda la verdad que se ha estado enseñando a través de la historia por nosotros mismos. Nuestro tiempo es limitado. Tal vez hay un tema que tanto discipulador y discípulo desean estudiar, pero no tenemos tiempo suficiente como para organizar un estudio exhaustivo del mismo. No hay que preocuparse, hay muchos otros haciendo un buen trabajo por adelantado, y es una gran ayuda saber aprovecharlo. Leer un buen libro puede facilitar nuestras discusiones acerca de aspectos importantes vinculados con la temática a tratar con un discípulo.
¿Cómo leer un libro?
- Marcas: Un libro se lee con un lápiz en la mano y se marca. De hecho, el libro en sí mismo no es lo importante; la mejor manera de recordar ciertos capítulos es subrayándolos. También facilita una discusión personal con un amigo, porque tendremos una mejor disposición a encontrar un párrafo que no recordemos. Una marca sencilla en la página podría, además, hacer la diferencia entre un punto beneficioso para la vida del discípulo.
- Lecturas: Un libro se puede leer de dos maneras diferentes. Primero, leerlo para nosotros mismos y observar cómo nos afectan las ideas. La mayoría de las veces, aquello que nos interpela del libro también interpelará al discípulo. Segundo, leerlo buscando puntos específicos de conversación con el discípulo. Marcar esos lugares y convertirlos en temas de conversación para ser trabajados en forma conjunta.
- Hacer buenas preguntas. Nunca, nunca, nunca hagamos preguntas cuya respuesta solo sea sí o no. Nada termina una conversación más rápido que eso. Preguntemos, por ejemplo, ¿Por qué es importante que el autor haya dicho eso de determinada manera? ¿Por qué es eso importante con relación a lo que dice? Otras buenas preguntas son: ¿Cómo es que esta idea cambia la manera que pensamos?, o ¿Cuáles presuposiciones equivocadas esta idea busca eliminar?
Nunca preguntemos: ¿Qué dice el autor? No se trata de hacer la reseña del libro ni tampoco rendir un examen para evaluar la comprensión del lector. Nuestro trabajo es aplicar el contenido del libro a la vida, el pensamiento y el corazón de nuestro discípulo. En este punto en particular, busquemos algunos párrafos favoritos de diferentes libros para leerlos, compartirlos, y hacer que la clase se desarrolle a partir de buenas preguntas de dichos párrafos.
Elegir un libro
- Tipos de libro. Existen principalmente dos tipos de libros que podemos elegir para leerlos con un discípulo: los libros teóricos y los libros prácticos. Mientras que los libros teóricos serán didácticos, sistemáticos y tratarán de enseñar verdades, los libros prácticos buscarán tomar la verdad que ya conocemos y aplicarla de manera directa a nuestra vida. Ahora, dicho esto, muy pocos libros tendrán solo teoría o solo práctica, lo más probable es que la mayoría combine ambas dimensiones.
- Necesidad e intereses. El libro a elegir para la persona que estamos discipulando, dependerá mayormente de su necesidad y de sus intereses. Los jóvenes muchas veces se benefician de un libro que busca enseñarles las verdades profundas de la vida. Las personas mayores pueden necesitar reforzar verdades que ya tienen arraigadas en su consciencia diaria. Seamos sabios a la hora de elegir un libro para nuestro discípulo. No satisfagamos totalmente su interés: investiguemos también cuál es su necesidad en este momento de su vida. Tal vez la persona tiene un profundo interés en un tema determinado, pero se beneficiaría mucho más aprendiendo o reflexionando acerca de otro. En general, los libros que elijamos deben tener en cuenta tanto la necesidad como el interés de nuestro discípulo.
- Cómo elegirlos. Elijamos el libro por su autor y no por su título. Busquemos algunos autores en quienes confiemos y leamos sus obras. En lo posible tratemos de comenzar a construir nuestra propia biblioteca con libros que podamos utilizar para nuestro discipulado. Todos esos libros deben ser de buenos autores y, en lo posible, sería bueno tener referencias de cada uno de ellos. Una vez que tengamos nuestra propia biblioteca, podremos cerrar los ojos y escoger uno, y será muy bueno y edificante tanto para nosotros como para la persona que estemos discipulando.
- Otras herramientas. Algunas veces, además de libros, es beneficioso utilizar otras herramientas pedagógicas, como por ejemplo, herramientas visuales y virtuales que se encuentren a nuestra disposición y que podríamos utilizar con el fin de agilizar el aprendizaje y resultar más atractivos que la lectura. Sin embargo, es importante señalar que el discipulado no se trata de navegar páginas web, ni tampoco consumir contenidos de televisión, redes sociales. plataformas de streaming o series o películas en Netflix, Amazon, etc.
Cómo empezar
Estaremos en un error si pensamos que discipular es solo para extrovertidos. Busquemos oportunidades en las comunidades de práctica y aprendizaje de las que participamos. Si vamos a ser discipuladores, entonces el próximo paso es simplemente tomar la iniciativa. Seamos francos, acercarse a alguien para cualquier tipo de relación deliberada puede llegar a ser intimidante. A nadie le gusta ser rechazado. Esto es verdad en la mayoría de los casos, y también es verdad en lo que se refiere al discipulado. Invitar a alguien a leer un libro, o reunirse regularmente para cualquier propósito y que nuestra oferta sea rechazada, es decepcionante, vergonzoso y tal vez doloroso… pero vale la pena. Vale la pena por el bien que podríamos llegar a hacerle y por el bien que podríamos hacernos a nosotros mismos. Por lo tanto, hay que ser valientes y disponernos a ejercer esta posibilidad para darnos esa oportunidad. Cualquier decepción que podamos recibir si no funciona, es muy pequeña comparada con el gozo potencial de ser un catalizador para el crecimiento de nuestro discípulo.
En lo que se refiere a seleccionar un libro para leer con un discípulo, siempre es recomendable tener uno en mente. Podemos comentarle acerca del libro que estamos pensando leer y preguntarle a nuestro discípulo si estaría interesado en leerlo juntos. Muchas veces los discípulos jóvenes pueden no querer leer el tipo de libros que pueden hacer el mayor bien, y nosotros ciertamente no siempre estaremos seguros de saber cuál es el mejor. Pero probablemente estaremos en una mejor posición que nuestro discípulo respecto de tomar una buena decisión. Por último, una de las mejores maneras de motivarnos a leer un libro con alguien es pensar acerca del bien que hemos experimentado en nuestra vida estudiantil o universitaria a través de una buena enseñanza, ya sea de una persona, de un buen maestro o de un libro. No seamos una de esas personas que atesoran buenas cosas sin compartirlas con los demás. Consideremos compartir con los demás la motivación que hemos recibido tanto de buenos libros como de conversaciones con nuestros maestros y guías.
Nuevas narrativas para nuevas generaciones
La palabra “discipulado” tiene mucha potencia, pero también una carga semántica muy asociada al lenguaje religioso o tradicional, que puede generar cierta distancia con las nuevas generaciones si no se contextualiza o reinterpreta.
Para mantener su esencia transformadora, relacional y formativa, pero actualizar su narrativa para resonar con los jóvenes, podríamos explorar sinónimos o conceptos afines que conecten con ideas como: mentoría, comunidad, propósito, crecimiento, acompañamiento, transformación, etc.
Alternativas narrativas sobre el “discipulado” que conservan la idea original, pero actualizan el lenguaje:
- Viaje de transformación
- Comunidad de aprendizaje
- Mentoría con propósito
- Círculo de formación
- Escuela de vida
- Entrenamiento vital
- Red de crecimiento
- Acompañamiento consciente
- Cultura del vínculo
- Relaciones que forman
- Laboratorio del ser
- Formación encarnada
- Maestro y aprendiz
- Semillero de líderes
- Red de inspiración mutua
Otros términos inspirados en narrativas contemporáneas (pueden tener un tono más ligero o inspirador)
- Tribu en movimiento
- Colectivo del propósito
- Caminar juntos
- La práctica del encuentro
- Aprender con otros
- Ser con otros
- Formación vivencial
- Cultivar vínculos
- Humanizar el aprendizaje
- Despertar mutuo
Metáforas naturales o regenerativas (dado tu enfoque, pueden tener una carga simbólica poderosa)
- Cultivo de sentido
- Raíces y ramas
- Semillas del propósito
- Red de savia
- Círculo regenerativo
- Senderos entrelazados
- Futuro en brote
- Guardianes del fuego