Deuda ecológica

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La deuda ecológica es el nivel de consumo de recursos y descarga de desechos por una población, y que resulta superior a la producción natural local sostenible y su capacidad de asimilación. El término se ha utilizado desde 1992 por algunas organizaciones ambientales.

El primero en utilizar este término fue el Instituto de Ecología Política de Chile (M.L.Robleto and W. Marcelo, Deuda Ecológica, IEP, Santiago de Chile, 1992).

En la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en 1992, los políticos y los líderes empresariales introdujeron la supuesta solución para la crisis de la deuda externa con los países del sur. Propusieron un "canje de deuda por naturaleza", lo que significa que los países que poseen una gran biodiversidad y recursos abundantes en su medio ambiente, se los darían a los países desarrollados a cambio de que el Banco Mundial redujera su deuda.

En un sentido general, la deuda ecológica se refiere al agotamiento total de los recursos globales, más allá de la capacidad de la Tierra para regenerarlos.

El concepto, en este sentido, se basa en la capacidad de carga bio- física de un ecosistema. A través de la medición de huellas ecológicas, la sociedad humana puede determinar la velocidad a la que se está agotando los recursos naturales. En última instancia, el imperativo de la sostenibilidad requiere que la sociedad humana viva dentro de los medios del sistema ecológico para sustentar la vida a largo plazo.

Ya se conoce también el “día de la deuda ecológica”, momento exacto en que la humanidad pasó a estar en falta con la capacidad de regeneración de los ecosistema. Ese día fue el 19 de diciembre de 1987. Ser conscientes de esta fecha nos obliga a tener que volver una vez más sobre el concepto de control de daños e incorporar el de la resiliencia, que es el proceso necesario para volver al estado inicial y poder superar la adversidad, adaptarse y recuperarse (es importante que tengamos en cuenta que a pesar de todos los esfuerzos que podamos hacer en pos de la restauración del planeta hay una enorme cantidad de especies que se han extinguido durante el último siglo por la acción del hombre y que nunca podrán volver a ser recuperadas)

Obligaciones y responsabilidades

La deuda ecológica es una característica de los sistemas económicos insostenibles. Representa la responsabilidad real que tienen los países industrializados por la destrucción paulatina del planeta, como efecto de sus formas de producción y consumo, que son características del modelo de desarrollo fortalecido con la globalización y que amenaza a la soberanía de los pueblos.

La deuda ecológica configura también, la obligación y responsabilidad que tienen los países industrializados del Norte con los países del Tercer Mundo, por el saqueo y usufructo de sus bienes naturales como petróleo, minerales, bosques, biodiversidad, conocimientos, bienes marinos y por el uso ilegítimo de la atmósfera y los océanos. Y también, por el intercambio ecológicamente desigual, pues estos bienes son exportados sin tomar en cuenta los daños sociales y ambientales y la energía humana de sus pueblos. Además, por la producción de armas químicas y nucleares, substancias y residuos tóxicos que son depositados en los países del Tercer Mundo.

Esta destrucción social y ambiental, local y global, enriquece a pequeños grupos económicos poderosos y alimenta un modelo de desarrollo basado en el despilfarro y el consumo exacerbado. Según datos de las Naciones Unidas, el 20% de la población, la mayoría perteneciente a países del Norte, consume el 80% de los bienes naturales del planeta.

Efectivamente, el nivel de vida que ostentan los países industrializados del Norte se debe al inmenso flujo de bienes naturales, recursos financieros y trabajo mal pagado de los países del Tercer Mundo, sin tomar en cuenta los daños sociales y ambientales que la extracción de estos bienes genera. Este modelo industrializado es subsidiado por los países empobrecidos del Sur.

De acuerdo con estimaciones realizadas en el año 1997, el conjunto de los servicios ambientales que proporcionan los ecosistemas para todo el planeta se acerca a un valor promedio anual aproximado de 33 trillones de dólares. Si comparamos esta cifra con la del Producto Bruto Interno del planeta estimado para ese año, 18 trillones de dólares, podemos hacernos una idea de lo que los sistemas ecológicos suponen para la economía y el enorme desafío que va a representar tener que incorporar en algún momento estos costos a los precios de los productos y servicios.

Un estudio reciente, llevado a cabo por un equipo internacional de científicos y economistas, coordinados por la Universidad de Cambridge y la Royal Society for Protection of Birds (RSPB), estima que cada año la humanidad tiene que aportar unos 250 billones de dólares adicionales debido a la pérdida de los servicios que la naturaleza nos aporta gratuitamente.

Asimismo, concluye que con menos de 50 billones de dólares al año podríamos proteger los servicios de los ecosistemas, que nos están generando 5 trillones de dólares al año. Esto significa que con menos de un 1/16 del presupuesto mundial en gastos militares podríamos proteger de manera efectiva la naturaleza del planeta.

Los científicos de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos afirman que en el período que abarca desde 1961 y hasta el 2000, analizando el costo de las emisiones de gases de efecto invernadero creadas por los países desarrollados, se ha hecho evidente que estos han impuesto cambios climáticos en los territorios más pobres y que superan en gran medida la deuda ecológica de los países en vías de desarrollo. Toda esta degradación ambiental conforma la deuda ecológica, limitando así, sus recursos y medios de vida.

Desarrollo y naturaleza

Existe una disociación entre los países capitalistas ricos del Norte y el medio ambiente. La noción de los seres humanos en relación al ecosistema en que viven es crucial para la ecología política como disciplina. Los seres humanos, en particular a través de la industrialización, se han visto a sí mismos como algo separado de la Naturaleza y consideran a la Madre Naturaleza como una herramienta que deben aprovechar y usar continuamente, lo que ocasiona su consecuente abuso sin recibir castigos o prever el impacto de sus acciones.

En la ecología política, que reconecta la naturaleza con la economía, la deuda ecológica es muy importante ya que reconoce que la colonización no sólo ha dado lugar a una pérdida de la cultura, forma de vida y el lenguaje de los pueblos originarios, sino que ha convertido a la economía mundial en una economía que monetiza y mercantiliza el medio ambiente.

Las grandes corporaciones y los gobiernos occidentales tienden a presentar soluciones al calentamiento global mercantilizando la naturaleza y con la esperanza de obtener un beneficio para ellos mismos. Esta actitud soberbia y prepotente ha creado las condiciones perfectas para que se produzca el calentamiento global, por lo que la huella ecológica del Norte del mundo no deja de incrementarse, mientras siguen queriendo pagar su deuda financiera con los recursos del territorio.

Existe al respecto un notable artículo titulado "La deuda de las naciones y la distribución de los impactos ecológicos de las actividades humanas" ("The debt of nations and the distribution of ecological impacts from human activities") que fue publicado por U. Thara Srinivasan et al. (de Berkeley) en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias.

Algunos funcionarios gubernamentales de los países en desarrollo han argumentado -en las reuniones sobre el cambio climático- que el principio de la responsabilidad compartida exige que los países ricos vayan más allá de las donaciones o los créditos de adaptación y hagan reparaciones que reconozcan una deuda ecológica en relación con sus emisiones excesivas a lo largo de varias décadas.