Regeneración de ecosistemas naturales y culturales.

De Sosteniblepedia
Ir a la navegación Ir a la búsqueda

Los ecosistemas se encuentran en un equilibrio natural al que regresan después de una alteración natural. Sin embargo, hay situaciones en las que esto no sucede, como ha sucedido como consecuencia de las corrientes del Niño y de la Niña. También muchas veces el ser humano con su actividad altera este equilibrio introduciendo o eliminando especies animales o vegetales, destruyendo hábitats, vertiendo desechos contaminantes, transformando notablemente el paisaje, o modificando culturas.

Esto sucede en multitud de casos cuando se llevan a cabo proyectos o actuaciones en el medio natural que producen modificaciones en el entorno como la minería, infraestructuras, obras hidráulicas etc., o cuando un espacio se abandona por perder su función social tradicional como ocurre con los pueblos, comunidades de las tierras agrícolas abandonadas o las vías pecuarias, o cuando se desestiman costumbres y expresiones culturales originarias. Las actuaciones de restauración tienen como objetivo intervenir de manera que el proceso de regeneración se acelere y las etapas de sucesión natural tengan lugar de una forma menos dilatada en el tiempo.

La regeneración de un ecosistema es “el proceso de asistir la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado, o destruido”. En otras palabras: es el esfuerzo práctico por recuperar de forma asistida las dinámicas naturales tendientes a restablecer algunas trayectorias posibles de los ecosistemas históricos o nativos de una región.

Se entiende que las dinámicas naturales deben estar dirigidas a la recuperación, no de la totalidad sino de los componentes básicos de la estructura, función y composición de especies, costumbres, raíces culturales, etcétera, de acuerdo a las condiciones actuales en que se encuentra el ecosistema que se va a restaurar.

Tipos de regeneración de ecosistemas

Existen otras formas de plantear la regeneración de ecosistemas degradados que no contemplan las premisas de la restauración ecológica en su totalidad:

Rehabilitación: actuaciones en las que no se pretende recuperar las funciones alteradas del ecosistema, sino uno o varios elementos singulares de su estructura. Suelen estar orientados a la recuperación de determinadas especies de interés conservacionista que están incluidas en leyes y convenios nacionales e internacionales. Los sistemas resultantes no son autosostenible, requiriendo una intervención humana directa para el control de determinados procesos ecológicos. Tampoco son totalmente abiertos al intercambio de organismos, materia y energía.

Recreación: es la creación deliberada de nuevos hábitats como compensación de la pérdida de otros ecosistemas dañados o destruidos en otro lugar. Son ecosistemas no integrados en el entorno donde se realizan, en los que se reproducen determinados aspectos de ecosistemas de referencia. No son abiertos ni autosostenibles, requiriendo una fuerte inversión en su mantenimiento.

La regeneración cultural

La regeneración cultural es el nombre que damos a un proceso en que se encuentran muchas comunidades indígenas y que implica re-conocer el valor de la propia cultura y fincar en ella esfuerzos autónomos de transformación y de interacción con otras culturas.

Con ese mismo nombre se designó un programa, impulsado conjuntamente por la Dirección General de Culturales Populares e Indígenas y la UNESCO. Se invitó a personas, organizaciones y comunidades indígenas de Chiapas, Guerrero y Oaxaca a participar en un ejercicio de reflexión en la acción, orientado a la regeneración cultural de comunidades y pueblos indígenas. El programa se inició a principios de 2003 y un año después generó más de 300 iniciativas de regeneración cultural concebidas en las propias comunidades, que se han estado realizando a partir del 2004.

Finalmente, adoptamos también ese nombre para caracterizar un método de reflexión y acción en la relación con las comunidades indígenas. Define un estilo específico de interacción con ellas, basado en el respeto a sus culturas y en el diálogo intercultural, que se expresa en un discurso teórico y político.

Bases teóricas y terminología

Cultura. Se entiende como cultura el mito englobante de una colectividad en un momento dado del tiempo y del espacio. Tanto en el lenguaje ordinario como en muchas concepciones técnicas, la palabra mito alude a las leyendas e historias de un pueblo, las cuales pueden o no definir creencias compartidas, rituales y otros elementos o aspectos de su cultura. La noción de mito que aquí se emplea nutre por lo general esas leyendas o historias, pero no debe confundirse con ellas y, sobre todo, no debe reducirse a ellas. Mito, en esta noción de cultura, es el horizonte de inteligibilidad de un pueblo, en el que todas sus percepciones de la realidad adquieren sentido. El mito ofrece el marco en que se inscribe su visión del mundo, su cosmovisión. Es lo que permite y condiciona cualquier interpretación de la realidad. Es su territorio de sentido, en el que se basan por igual pensamientos y comportamientos. La cultura no es objetivable: no puede convertirse en objeto. Sólo podemos aproximarnos a una cultura participando en su mito. Lo que podemos ver de una cultura desde afuera de ella, desde otra cultura, no logra captarla, entenderla. Cada cultura es una galaxia que alberga la experiencia y percepción del mundo a partir de las cuales surge la comprensión de uno mismo y de los demás, de la realidad a nuestro alrededor.

Planos de existencia cultural. Toda cultura existe o se manifiesta en planos diferentes que es útil distinguir para su estudio y análisis.

a)    El plano morfológico es enteramente visible: comprende la historia, el comportamiento, las costumbres, el lenguaje, la tecnología, las artes, la comida, la habitación…

b)   El plano estructural es en parte visible y en parte invisible: comprende la estructura de la persona, la familia, la comunidad, la sociedad, la nación; las organizaciones y prácticas sociales, religiosas, políticas, económicas, médicas, educativas, legales, judiciales, etc.; la lengua; las normas que definen y acotan el régimen de convivencia… Es posible observar algunas manifestaciones de esas estructuras, pero sólo se revelan mediante el análisis

c)    El plano mítico es la fuente de significado, que configura los planos morfológico y estructural. Es lo que constituye lo que comúnmente se llama la «cosmovisión», el modo en que se experimenta el yo; el universo; lo divino, sagrado o «sobrenatural»; lo humano; el tiempo, el espacio; la espiritualidad; la mente; el conocimiento o saber.

En todos los pueblos y comunidades, hay aspectos morfológicos o estructurales originales de sus culturas, los que fueron creados por ese pueblo o comunidad, o se integraron a su propia tradición cultural desde tiempos inmemoriales, sin que sea habitualmente posible precisar su origen. Hay también aspectos exógenos: creaciones de otros pueblos y culturas, que han sido adoptados o absorbidos a la manera propia en épocas relativamente recientes y están integrándose a la tradición.

Además de estos aspectos, hay en los pueblos y comunidades formas y estructuras de existencia y comportamiento que no pertenecen a sus culturas y aparecen como incrustaciones: ni son propios de la cultura, ni han sido adoptados por ella a su manera. Herramientas como los fertilizantes químicos, la escuela, la votación electoral, el cemento, la televisión, los antibióticos o la computadora, lo mismo que creencias o rituales de diversas religiones de origen «occidental», han sido casi siempre incrustaciones culturales en las comunidades. Sin embargo, pueden haberse convertido ya en meros elementos exógenos de sus culturas, cuando se les emplea o practica utilizando las reglas culturales propias, no las que son inherentes a las herramientas mismas (lo que las transforma sustancialmente), o cuando se mantiene una distancia crítica respecto a ellas que permite someterlas a control cultural.

Como consecuencia, el tratamiento de los aspectos morfológicos o estructurales no es tan sencillo como parece a primera vista. En lo que se ve, en lo que aparece ante la observación, es preciso distinguir lo que es propio de la cultura en cuestión (original o absorbido, incorporado a la manera propia) de lo que es ajeno aunque esté presente. La representación pública de un baile regional «típico» puede ser tan ajena a una cultura local como el avión o el ejército: todo depende de las condiciones de su producción y reproducción, y de la función de la representación.

Generalmente —advierte Robert Vachon— se trata la cultura como si fuera sola o primariamente una categoría mental, un concepto, y por tanto la «lógica», la «filosofía» de un pueblo o de un ser humano. Es vista como una realidad del orden lógico-epistemológico, un sistema de significados, signos, representaciones. Se le presenta como una cosmovisión, una filosofía de la vida, que incluye una cosmología, una antropología, una teología, una ontología, una epistemología, una ciencia, una manera de hacer las cosas (know how). Se puede incluso hablar de su mitología y de su sistema de creencias. Todo esto puede ser examinado por la sociología o la antropología comparada (cuando interactúan diferentes filosofías o lógicas). En suma, se le enfoca desde un ángulo lógico-reflexivo. Se le percibe como una esencia a ser definida. Sin embargo, en el corazón de cada cultura o filosofía, de cualquier ontología cultural y sistema de creencias, existe un estrato más profundo y más universal y consistente, bastante real pero invisible, no pensado, no dicho. No puede ser reducido a lo pensado (logos). Esta dimensión o estrato es el mito englobante, la matriz mítica primordial y ontónoma, la realidad unificadora, integral, englobante, que es la fuente de cualquier sistema de pensamiento y creencia, y que da coherencia no-científica a todos los conocimientos y creencias, no sólo dentro de cada cultura, sino entre culturas. Cada filosofía, cada cosmovisión, se sustenta en un contexto dado, que es precisamente el ofrecido por el mito.

Con este enfoque, como subraya Raymond Panikkar, la cultura no es solamente «el mythos subyacente de un pueblo», sino «el universo mítico en que vivimos». O como ha dicho F. Dumont, «a los ojos de la filosofía, lo no-filosófico se presenta a sí mismo como cultura». La consideración de los diversos planos de existencia o manifestación de las culturas puede representarse en la analogía del árbol, que con frecuencia tiene un alto significado simbólico en las culturas autóctonas. La antigua expresión: «Han arrancado nuestros frutos, han roto nuestras ramas, han quemado nuestro tronco, pero nunca podrán secar nuestras raíces», alude eficazmente a esos planos. La fronda, con sus frutos y ramas, sería el plano morfológico; el tronco, el estructural; las raíces, el mítico. Se han perdido elementos morfológicos y estructurales de nuestras culturas o están seriamente dañados, pero persisten las raíces míticas. Cuando en nuestra fronda o nuestro tronco aparecen elementos de otras culturas -herramientas, prácticas, creencias, maneras de pensar y comportarse- son vividos, experimentados, interpretados, desde la noción propia, desde las raíces míticas.

La comunalidad constituye el núcleo básico del horizonte último de inteligibilidad de las culturas mesoamericanas. La comunalidad sería la condición que inspira la existencia comunitaria, lo que hace transparente la vida y es categoría central de la vida personal y comunitaria. La comunalidad no es definible. No se le puede definir en términos lógicos, especificando género y diferencia específica, como cuando se dice: ese animal es un vertebrado mamífero. Todo intento de definición implicaría una reducción al plano abstracto y lógico, que puede ser útil para diversos propósitos analíticos, pero que no es pertinente ni aceptable para el ejercicio que aquí se plantea. Pero esto no significa que la comunalidad sea algo indefinido o indeterminado: es posible trazar su perfil, sus condiciones de existencia y funcionamiento, la forma en que se manifiesta.

En este contexto, la interculturalidad es un mito que nace de una actitud pluralista, que asume el supuesto de la diversidad de las culturas, reconoce las limitaciones de cada una lo mismo que la existencia de otras y acepta que ninguna cultura puede experimentar, comprender o abarcar la totalidad de la experiencia humana.

Cada cultura tiene sus rituales, su liturgia. El hombre es un ser ritual. La cultura es culto. Los rituales, o cultos, no pertenecen solamente al ámbito del logos, del pensamiento, aunque puedan ser pensados o racionalizados. Se encuentran en el orden del gesto, de la experiencia, de la vida. El ritual es el mito en acción. Es un acto simbólico, cargado de múltiples significados, que da continuidad a la vida: transmite de generación en generación y de lugar a lugar valores, tesoros, secretos, misterios. La transmisión de la cultura es un acto ritual, no sólo un ejercicio intelectual.

El enfoque de la regeneración cultural adopta explícitamente el compromiso de respetar las culturas populares e indígenas, buscando que iniciativas y acciones se mantengan bajo el control cultural de grupos y comunidades. Al mismo tiempo, confía en la viabilidad del diálogo entre culturas, bajo el doble supuesto de que no son idénticas (si lo fueran formarían una sola cultura), pero tampoco totalmente diferentes (si lo fueran no podrían comunicarse entre sí). Dada la pluralidad real de las culturas y su coexistencia cotidiana, el enfoque busca estimular una actitud pluralista en todas las partes que interactúan.

Extractos de los siguientes documentos:

“Marco Conceptual y Metodológico para el Trabajo de Regeneración Cultural” y “Regeneración Cultural: Un Proceso, un Programa, un Método”, Universidad de La Tierra, Oaxaca.