Objetivos de Desarrollo del Milenio

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Los Objetivos de Desarrollo del Milenio promulgados en el año 2000, son objetivos de desarrollo humano que los 192 países miembros de las Naciones Unidas acordaron conseguir para el año 2015. En la Declaración del Milenio, se recogen ocho objetivos referentes a la erradicación de la pobreza, la educación primaria universal, la igualdad entre los géneros, la mortalidad infantil y materna, el avance del VIH/sida y el sustento del medio ambiente. En respuesta a aquellos que demandaban un cambio hacia posturas más sociales de los mercados mundiales y organizaciones financieras, se añadió el Objetivo 8: “Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo”, con el fin de promover que el sistema comercial, de ayuda oficial y de préstamo, garantice la consecución en 2015 de los primeros siete Objetivos y, en general, un mundo más justo.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, son ocho objetivos de desarrollo humano, que los 192 países miembros de las Naciones Unidas acordaron conseguir para 2015. Por primera vez, se puso una fecha para la consecución de acuerdos concretos y medibles.

Cada objetivo se divide en una serie de metas, un total de 18, cuantificables mediante 48 indicadores concretos.

En respuesta de aquellos que demandaban un cambio hacia posturas más sociales de los mercados mundiales y organizaciones financieras se añadió el Objetivo 8: ‘Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo’. En otras palabras, el objetivo promueve que el sistema comercial, de ayuda oficial y de préstamo garantice la consecución en 2015 de los primeros siete objetivos y, en general, un mundo más justo.

Los títulos de los ocho objetivos, con sus metas específicas, son:

Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre.

- Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas que sufren hambre.

- Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas cuyos ingresos son inferiores a un dólar diario.

- Conseguir pleno empleo productivo y trabajo digno para todos, incluyendo mujeres y jóvenes.

Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal.

- Asegurar que, en 2015, la infancia de cualquier parte, niños y niñas por igual, sean capaces de completar un ciclo completo de enseñanza primaria.

Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.

- Eliminar las desigualdades entre los géneros en la enseñanza primaria y secundaria, preferiblemente para el año 2005, y en todos los niveles de la enseñanza antes de finales de 2015.

Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil.

- Reducir en dos terceras partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad de niños menores de cinco años.

Objetivo 5: Mejorar la salud materna.

- Reducir en tres cuartas partes, entre 1990 y 2015, la mortalidad materna.

- Lograr el acceso universal a la salud reproductiva.

Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.

- Haber detenido y comenzado a reducir la propagación del VIH/SIDA en 2015.

- Lograr, para 2010, el acceso universal al tratamiento del VIH/SIDA de todas las personas que lo necesiten.

- Haber detenido y comenzado a reducir, en 2015, la incidencia de la malaria y otras enfermedades graves.

Objetivo 7: Garantizar el sustento del medio ambiente.

- Incorporar los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales y reducir la pérdida de recursos del medio ambiente.

- Haber reducido y haber ralentizado considerablemente la pérdida de diversidad biológica en 2010.

- Reducir a la mitad, para 2015, la proporción de personas sin acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento.

- Haber mejorado considerablemente, en 2020, la vida de al menos 100 millones de habitantes de barrios marginales.

Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

- Desarrollar aún más un sistema comercial y financiero abierto, basado en normas, previsible y no discriminatorio.

- Atender las necesidades especiales de los países menos adelantados.

- Atender las necesidades especiales de los países en desarrollo sin litoral y los pequeños Estados insulares en desarrollo. - Encarar de manera integral los problemas de la deuda de los países en desarrollo con medidas nacionales e internacionales para que la deuda sea sostenible a largo plazo.

- En cooperación con las empresas farmacéuticas, proporcionar acceso a los medicamentos esenciales en los países en desarrollo a precios asequibles.

- En cooperación con el sector privado, dar acceso a los beneficios de las nuevas tecnologías, especialmente las de la información y las comunicaciones.

El único objetivo que no está marcado por ningún plazo es el octavo, lo que para muchos significa que ya debería estar cumpliéndose.

En palabras de Kofi A. Annan, Secretario General de las Naciones Unidas hasta 2006 y Premio Nobel de la Paz en 2001:

"Aún tenemos tiempo para alcanzar los objetivos, en todo el mundo y en la mayoría de los países, si no en todos, pero sólo si logramos romper con la rutina. El éxito no se logrará de la noche a la mañana, sino que requerirá trabajar de manera continua durante todo el decenio, desde ahora hasta que termine el plazo. Se necesita tiempo para formar a maestros, enfermeros e ingenieros; lleva tiempo construir carreteras, escuelas y hospitales, así como fomentar empresas grandes y pequeñas que puedan generar los empleos e ingresos necesarios. Por consiguiente, hay que poner manos a la obra desde ahora. También debemos aumentar la asistencia para el desarrollo a nivel mundial en más del doble durante los próximos años, pues sólo así se podrá contribuir al logro de los objetivos."

Quince años después, el último reporte de avance de los ODM revela que los esfuerzos para alcanzar los ocho objetivos establecidos en la Declaración del Milenio produjeron los mejores resultados en disminución de la pobreza de todos los tiempos. Los 189 estados que componen la ONU han demostrado tener la capacidad y voluntad para articular sus iniciativas de desarrollo más allá de sus diferencias culturales y políticas. Sin embargo, el esfuerzo ha sido insuficiente. Los muchos avances no han significado el cumplimiento de todas las metas, y tras 15 años de trabajo hemos aprendido mucho acerca de la complejidad e interconexión de las problemáticas que nos afectan globalmente, y dichos aprendizajes necesitan ser incorporados a los futuros procesos de planificación.

Cumpliéndose 15 años de aquella Cumbre, la ONU se reunió nuevamente en Nueva York para aprobar y lanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una serie nueva y universal de objetivos, metas, e indicadores que se espera que implementen los Estados miembro, para alinear los próximos 15 años de políticas gubernamentales con la agenda de desarrollo más amplia y ambiciosa jamás acordada a nivel global. Los ODS fueron desarrollados a través de un periodo de consulta extensivo e inclusivo con todos los sectores involucrados, de más de tres años.

Desde Rio +20 (2012) la ONU ha convocado decenas de foros virtuales y presenciales para la discusión y concertación de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por su parte, la comunidad global empresarial ha jugado un rol fundamental dentro del proceso de creación de estos objetivos, liderada por la International Chamber of Commerce (ICC).

Esta construcción desde la diversidad –tanto territorial como conceptual– ha significado un enfoque mucho más amplio y a la vez integral de las metas de desarrollo propuestas. El nuevo juego de objetivos contempla temáticas hasta ahora no previstas y convoca como actores principales a quienes hasta el momento eran considerados parte del público o del escenario.

El impacto de los Objetivos del Milenio

Para establecer la línea de base de los ODS es necesario situarse en el estado actual y los resultados generales de los ODM. Para ello proponemos la lectura del reporte “América Latina y el Caribe: una mirada al futuro desde los Objetivos de Desarrollo del Milenio: informe regional de monitoreo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en América Latina y el Caribe, 2015” recientemente lanzado por CEPAL.

Atendiendo a que el mentado informe es considerablemente extenso y rico en datos (y que los ODM no son el objetivo de este artículo) nos concentraremos solamente es comentar los principales avances y estancamientos de nuestra región.

Avances destacados:

Pobreza extrema: Según la CEPAL, la región ha conseguido superar ampliamente esta meta. Los latinoamericanos conseguimos reducir la pobreza extrema de un 12,6% en 1990 a tan solo el 4,6% en 2011.

Hambre: En 2014 se consiguió reducir al 50% el porcentaje de personas con hambre en la región. Existen, no obstante, 7,5 millones de niños y niñas menores de 5 años con desnutrición crónica.

Muertes infantiles: Durante el periodo considerado, la cifra de muertes infantiles se redujo en dos tercios, pasando de 54 niños menores de 5 años fallecidos por cada 1.000 nacidos vivos en 1990 a 18 en 2013.

Tratamiento del VIH/SIDA: Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), América Latina y el Caribe es líder mundial en la provisión y expansión del tratamiento antirretroviral y todos los países de la región ofrecen servicios gratuitos para la atención y el tratamiento del VIH, financiados por fondos nacionales e internacionales.

Estancamientos y retrocesos:

Sostenibilidad del medioambiente: En los últimos años, la región ha logrado avances en relación al establecimiento de legislaciones e instituciones ambientales. Sin embargo, en muchos casos los efectos de la política ambiental han sido anulados por los de las políticas industriales, de desarrollo urbano, energéticas y de desarrollo de infraestructura. En este sentido, la economía latinoamericana ha sufrido una fuerte carbonización, y aunque la contribución total de emisiones de CO2 de la región es comparativamente baja, si consideramos la distribución per cápita se está muy por encima de la media mundial (7,6 toneladas per cápita vs. 6,6 toneladas per cápita). Si a esto sumamos que somos la región con el mayor porcentaje de deforestación en las dos últimas décadas (reducción del 9% de la superficie de bosques) podemos ver que el resultado de esta meta está lejos de lograrse.

Tasa de mortalidad materna: En 2013 América Latina y el Caribe en su conjunto registraba un nivel de mortalidad materna de 85 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, lo que equivale a una reducción del 39% de los niveles de 1990, muy lejos del 75% propuesto.

Enseñanza primaria universal: Solo el 93% de los niños y niñas latinoamericanos inician sus estudios primarios y solo el 73% comienza los estudios secundarios, por lo que esta meta aún se encuentra muy lejos de ser cumplida.

Acceso al empleo: Si bien se ha alcanzado el pleno empleo, persisten niveles muy altos de empleo informal (46% de la población económicamente activa -PEA- para 2013) y lo que es peor: el empleo no genera condiciones de bienestar mínimas. El 10% de las personas empleadas viven en hogares en situación de indigencia.

Género: En el ámbito educativo se han producido avances importantes respecto a la igualdad de género, alcanzándose proporciones superiores a 1 en el Índice de paridad para la educación secundaria (1,07) y terciaria (1,29). No así para la educación primaria, donde el indicador es de 0,97 niñas por cada niño. Con todo, se trata de un progreso sustancial. Sin embargo, donde esta equiparación no se refleja es en el acceso a oportunidades laborales. El mercado laboral sigue teniendo barreras de segmentación ocupacional para las mujeres y la brecha de remuneración continúa siendo importante: en promedio una mujer gana 87 dólares por cada 100 dólares que gana un hombre haciendo el mismo trabajo. Las políticas públicas de protección de sus derechos no han conseguido mejorar sus condiciones de trabajo ni sus niveles de protección social y la violencia contra la mujer –en todas sus formas– sigue siendo una constante en la mayoría de los países latinoamericanos.

Desigualdad: Finalmente, la gran materia pendiente de la región –la desigualdad– si bien se redujo considerablemente en la última década (cerca de un 10%) continúa siendo la más alta del mundo: 0,486 en el coeficiente de Gini.

Los resultados positivos representan un gran paso hacia adelante que no se contrarresta por el escaso éxito que se ha logrado en otras metas. Pero nos demuestra que la complejidad del desafío obliga a aceptar su complejidad para poder encararlo de manera integral y sistémica.

De los Objetivos del Milenio (ODM) a los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS)

Los ODM no estuvieron exentos de crítica antes y durante su vigencia. Fueron duramente cuestionados por haber sido diseñados desde los países más desarrollados con foco en las necesidades de los países en vías de desarrollo, pero sin tomar en consideración sus opiniones, y sin incluir metas –como las relacionadas al combate del cambio climático– orientadas a resolver las problemáticas surgidas de un desarrollo económico que no respeta los límites planetarios.

Los ODM proveyeron –a comienzos del milenio– un marco de referencia para enfrentar los desafíos sociales más urgentes del mundo, enfocándose prioritariamente en cubrir las necesidades humanas más básicas. La agenda post 2015 (representada por los ODS), además de continuar los esfuerzos por eliminar la pobreza, tendrá que lidiar con otros desafíos buscando impulsar cambios sistémicos a nivel global, como el desarrollo de un nuevo modelo económico sustentable, generación de empleo, reducción de la desigualdad e innovación con sentido para el uso más eficiente y consciente de los recursos naturales.

Los ODM también fueron cuestionados por tener un limitado efecto sobre algunas problemáticas debido a que fueron mal planteadas como parte de las metas. Temas como género y desigualdad fueron contemplados desde perspectivas excesivamente simples que –como en el caso de la equidad de género– hicieron que el alcance de las metas propuestas no significara una resolución de la problemática.

Otra crítica fue la poca preponderancia que se otorgó a la sociedad civil y el empresariado como actores para apoyar en el alcance de las metas. Indudablemente el foco de los ODM estuvo puesto en las políticas públicas de los Estados, relegando a los demás actores a papeles de apoyo y sinergia. Esto, sin embargo, no impidió que en muchos países sectores ajenos al gobierno tuvieran mucho que ver con el alcance de las metas. Muchos de los avances alcanzados se pueden atribuir –al menos en parte– al trabajo coordinado de la ciudadanía activa y a las prácticas de responsabilidad social de un sector empresarial cada vez más comprometido con la sostenibilidad a largo plazo. No tenemos duda de que la responsabilidad para impulsar los cambios sistémicos necesarios debe ser compartida por los tres sectores de la sociedad.

El sector privado –por su fuerza económica y de innovación– deberá asumir un papel relevante, teniendo una oportunidad ideal para colocar parte de sus activos a disposición de articulaciones y acciones que favorezcan el cumplimiento de los ODS. Ir más allá de la filantropía e integrar la perspectiva del desarrollo sostenible en las propias actividades y en la estrategia de acción y posicionamiento ya no será una cuestión de marketing sino la garantía de supervivencia de la empresa en el futuro.

El sector privado debe convertirse en el principal protagonista en el marco de los ODS para instalar una nueva economía basada en una responsabilidad ética y apegada a los derechos humanos. De esta manera despejará una de las grandes críticas que se le formulan a los ODS: haber abierto la puerta al sector privado sin que existan mecanismos claros de rendición de cuentas y monitoreo para evaluar su aporte concreto.

Del mismo modo, la sociedad civil –en su rol de legitimador social y promotor de la innovación política– tiene un papel incuestionable en la agenda post 2015, velando para que el cumplimiento de las metas se produzca desde la plena vigencia de los derechos humanos, y haciendo de contralor del proceso para que las problemáticas combatidas por los ODS no desaparezcan a expensas de la aparición de nuevos y más complejos problemas.