Autorregulación

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La autorregulación se refiere a la capacidad de una entidad para regularse a sí misma, en base al control y monitoreo voluntario. Es decir, se regula el propio funcionamiento como un todo o en sus partes, según las variables escogidas para la medición.

Este es un concepto sumamente amplio, aplicable a todos los campos, desde la biología y la psicología, hasta la economía, la política y la ecología. A nivel social, la autorregulación consiste en el control espontáneo o voluntario de una organización, y su propio monitoreo, lo que se opone a lo que se conoce como control estatal. Es un tema ampliamente debatido, pero lo que está claro es que para que exista la autorregulación deben existir los marcos que la incentiven, y que además la definan en sus alcances.

Respecto del tema medioambiental, la autorregulación se puede definir como la actitud positiva hacia la propia regulación ambiental por parte del agente contaminador, es decir: tomar conciencia de la importancia de adoptar procedimientos menos contaminantes en pos de un desarrollo sostenible, aumentando el umbral de restricciones ambientales. Para inducir a los agentes contaminadores, principalmente del sector industrial, los entes gubernamentales pueden utilizar ciertos instrumentos económicos -como es el caso de las tasas retributivas-, diferentes políticas de incentivos hacia ciertos procesos más limpios y, en general, políticas encaminadas a un desarrollo industrial con objetivos concretos para minimizar las emisiones y los desechos.

Los instrumentos económicos, específicamente las tasas retributivas por contaminación, en esencia buscan crear conciencia entre las empresas contaminadoras de los recursos, al emitir señales de mercado que persuaden al contaminador a adoptar procesos industriales menos nocivos. Al contaminar menos, reduce por consiguiente sus costos de producción, aumentando la competitividad.

Entre las ventajas se encuentran:

1) Minimizan los costos sociales de las políticas de protección ambiental.

2) Permiten un mayor grado de flexibilidad a quienes contaminan para que escojan los mecanismos de control más favorables.

Aunque son la conciencia y los movimientos ambientales los que han propiciado que la contaminación industrial sea llevada a la agenda política, no cabe duda de que son los factores económicos los que configurarán el desarrollo de las industrias menos contaminantes. Las tecnologías menos contaminantes van a determinar en el corto plazo la forma de la relación competitiva industria -medio ambiente, pero no deben considerarse como soluciones finales en si, dado que llegar a una contaminación cero es aún un concepto muy abstracto. Iniciativas como ZERI (Zero Emissions Research Initiatives), investigan y divulgan procesos productivos limpios que utilicen los desechos y las emisiones como materias primas o insumos de otros, minimizando las emisiones finales.