Diferencia entre revisiones de «Honestidad intelectual»
m (1 revisión) |
(Sin diferencias)
|
Revisión del 18:38 14 jul 2011
Honestidad Intelectual
La honestidad intelectual se debe entender como el máximo intento de no-intencionalidad por parte del emisor, y como el juego limpio o respeto a la libertad de respuesta de los receptores. Consiste asimismo en que quien esté reflexionando se asome a la sorpresa de las conclusiones de su reflexión y esté dispuesto a sostenerlas, aun cuando no le convenga. Es por eso que la honestidad intelectual es considerada un culto a la verdad, el aprecio por la objetividad y la comprobabilidad, y el desprecio por la falsedad y el autoengaño.
La honestidad intelectual requiere coherencia y solidez de principios por parte del emisor, sea este un intelectual, un científico, un periodista o un comunicador. Ser intelectualmente honesto, significa ser libre y ser fiel a sí mismo.
El uso de la palabra pública debe estar siempre sometido a las reglas de la honestidad intelectual porque supone el ejercicio de una tarea que conlleva responsabilidades.
La observancia de la honestidad intelectual exige por lo tanto:
- La independencia de juicio: el hábito de convencerse por sí mismo con pruebas, y de no someterse a la autoridad.
- Coraje intelectual: decisión para defender la verdad y criticar el error cualquiera que sea su fuente y, muy particularmente, cuando el error es propio.
- Amor por la libertad intelectual y, por extensión, amor por las libertades individuales y sociales que las posibilitan.
- Sentido de la justicia: disposición a tomar en cuenta los derechos y opiniones del prójimo, evaluando sus fundamentos respectivos.
En cualquier caso estas virtudes deben surgir de un código interno, autoimpuesto, y no depender de una sanción exterior.
Los principios de Karl Popper
Los principios que Karl Popper postuló en 1981 en la Universidad de Tubinga para definir la honestidad intelectual, fueron elaborados para el mundo científico. Sin embargo, debido a que ofrecen una perspectiva muy amplia de este concepto, pueden ser aplicados a múltiples disciplinas.
DOCE PRINCIPIOS PARA UNA NUEVA ÉTICA PROFESIONAL DEL
INTELECTUAL.
1. Nuestro saber conjetural objetivo va siempre más lejos del que una persona puede dominar. Por eso no hay ninguna autoridad. Esto rige también dentro de las especialidades.
2. Es imposible evitar todo error o incluso tan sólo todo error en sí evitable. Los errores son continuamente cometidos por todos los científicos. La vieja idea de que se pueden evitar los errores, y de que por eso se esta obligado a evitarlos, debe ser revisada: ella misma es errónea.
3. Naturalmente sigue siendo tarea nuestra evitar errores en lo posible. Pero precisamente, para evitarlos, debemos ante todo tener bien claro cuán difícil es evitarlos y que nadie lo consigue completamente. Tampoco lo consiguen los científicos creadores, los cuales se dejan llevar de su intuición: la intuición también nos puede conducir al error.
4. También en nuestras teorías mejor corroboradas pueden ocultarse errores, y es tarea específica de los científicos buscarlos. La constatación de que una teoría bien corroborada o un proceder práctico muy empleado es falible puede ser un importante descubrimiento.
5. Debemos, por tanto, modificar nuestra posición ante nuestros errores. Es aquí donde debe comenzar nuestra reforma ético-práctica. Pues la vieja posición ético-profesional lleva a encubrir nuestros errores, a ocultarlos y, así, a olvidarlos tan rápidamente como sea posible.
6. El nuevo principio fundamental es que nosotros, para aprender a evitar en lo posible errores, debemos precisamente aprender de nuestros errores, encubrir errores es, por tanto, el mayor pecado intelectual.
7. Debemos, por eso, esperar siempre ansiosamente nuestros errores. Si los encontramos debemos grabarlos en la memoria: analizarlos por todos lados para llegar a su causa.
8. La postura autocrítica y la sinceridad se tornan, en esta medida, deber.
9. Porque debemos aprender de nuestros errores, por eso debemos también aprender a aceptar agradecidos el que otros nos hagan conscientes de ellos. Si hacemos conscientes a los otros de sus errores, entonces debemos acordarnos siempre de que nosotros mismos hemos cometido, como ellos, errores parecidos. Y debemos acordarnos de que los más grandes científicos han cometido errores. Con toda seguridad no afirmo que nuestros errores sean habitualmente perdonables: no debemos disminuir nuestra atención. Pero es humanamente inevitable cometer siempre errores.
10. Debemos tener bien claro que necesitamos a otras personas para el descubrimiento y corrección de errores (y ellas a nosotros); especialmente personas que han crecido con otras referencias ideológicas y en otra atmósfera. También esto conduce a la tolerancia.
11. Debemos aprender que la autocrítica es la mejor crítica; pero que la crítica por medio de otros es una necesidad. Es casi tan buena como la autocrítica.
12. La crítica racional debe ser siempre concreta basada en fundamentos concretos, debemos evitar las tentaciones de la demagogia, las omisiones interesadas, las manipulaciones sentimentales, los argumentos “ad hominem” y todas aquellas trampas con las que pretendemos prevalecer en una argumentación despreciando la búsqueda de la verdad que está en juego en cada momento. Debe ser guiada por la idea de acercarse en lo posible a la verdad objetiva. Debe, en este sentido, ser impersonal.