No dejen de escuchar a las personas "puente"

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Por Miguel Espeche

Si usted encuentra alguna persona "puente" en su camino, aprovéchela, que quedan pocas.

Se trata de esas personas que apaciguan las aguas, generan concordia, señalan los puntos de encuentro entre aquellos individuos o grupos que están en conflicto y, como su nombre lo indica, generan puentes allí donde la cultura de la polémica (al decir de la autora Deborah Tannen) propicia grietas y rupturas aparentemente insalvables.

Las llamamos "puente" quizá sin demasiado rigor científico, si bien en diferentes lugares del mundo hay referencias a ese tipo de personas que logran apaciguar las aguas, no desde la tibieza de la omisión, sino desde el arte de generar cierta paz allí donde hay beligerancia.

Estas personas pueden ser, por ejemplo, diplomáticos que evitan una guerra, líderes que pacifican un país o maestros que logran calmar el ánimo peleador de los alumnos a su cargo. O puede que sean amigos que ayudan a otros amigos en conflicto o profesionales que median en disputas de pareja; no importa, ellos siempre están, aunque hoy no sean tan visibles (y hasta sean ninguneados) dada la exacerbación discutidora que marca nuestra época.

Dicen algunos entendidos que la globalización trae, como contracara, la necesidad enardecida de sentirse parte de algo y ser acunados por alguna pertenencia (nacional, ideológica, etc.) que ofrezca una referencia con la que identificarse. Esa forma de vivir la identidad, cuando es inmadura o cuando es manipulada, requiere del conflicto con el otro para existir.

Las personas "puente", por suerte, andan por ahí, atemperando ese estado de cosas. Es que, por lo general, las formas conflictivas de dirimir desacuerdos tienden a arrasar con la postura (y, a veces, la existencia) ajena, algo así como "todo sería mejor, si vos no pensaras como pensás, no hicieras lo que hacés, no existieras como existís". Cuando se tiene suerte y aparece en esos casos alguien que haga de puente, se logrará no tanto fusionar posturas o identidades, sino que ambas formen parte de una mirada más amplia, en la que todos caben.

Aquellos con el don de ser puente en general son buena gente y por eso logran ser confiables para todos. Si "de todo laberinto se sale por arriba", los "puente", efectivamente, logran ayudar mirando la escena desde ese arriba, lo que no indica superioridad, sino una capacidad de entender el corazón de las posiciones en conflicto, despejando lo más genuino de lo que no lo es tanto.

Es por lo antedicho que aconsejamos a los lectores valorar la presencia de la persona "puente" que se cruce por su camino. El ruido ambiente, plagado de polémicas y posiciones irreductibles, a veces impide darles a estas personas la entidad que ameritan, pero, cuando los ánimos se cansen de tanta lucha, ellos estarán allí, para sanar las heridas, lograr concordia, tranquilizar las cosas y salvarnos de la tontera, esa que nos hace creer que somos inteligentes y valientes solamente cuando nos dedicamos a afirmar nuestra identidad cavando trincheras que, más que defendernos, nos atrapan dentro de nuestras propias limitaciones.